

¿Qué rico que fue! Encontrar la suerte de ayer. Encontrar la bendición en mis ancestros, que yo lo sé bien. De la cueva a los olivos, donde vayas yo te sigo, mami.
La canción de esta semana es de Queralt Lahoz. La traigo con la excusa de contarles que he sido una de las afortunadas en participar en el 1er Retiro Rural Formativo en Inteligencia Artificial RurAll-iNN: Inmersión Rural de Aprendizaje Digital en Oliete, organizado por Despertadores Rurales Inteligentes, un proyecto que nace a la sombra de Apadrina un Olivo.
Me lo he pasado... ¡GENIAL! He aprendido mucho, he conocido a gente súper interesante que me ha inspirado y que me ayuda a seguir creyendo que se pueden hacer las cosas de otra manera: una forma disfrutona, relajada, sostenible y con impacto positivo. En nosotras, las emprendedoras, y en nuestro entorno. ¡18 unicornios intentando darle instrucciones precisas a la IA para facilitar nuestro trabajo! Me guardo esa imagen en mi caja de herramientas para no tirar la toalla.
Conozco el proyecto de Apadrina un Olivo desde sus inicios. Apadriné mi primer olivo hace ocho años, cuando parecía una locura imposible, cuando seguramente sus propulsores sufrían las burlas de los descreídos.
¿Recuperar los olivos? ¡Pero si no valen nada! ¡Si están abandonados será por algo! ¡Si a este pueblo no quiere venir nadie!
¿Les suena?
Porque estas frases las oigo constantemente en pueblos y también en nuestra ciudad: aquí no hay nada.
Y bajo esa premisa, nos vendemos como tintorro al primer postor que pasa por nuestra puerta. Llámese parque eólico, turboleta o macrogranja. Pasen y cojan todo lo que necesiten: agua, paisajes, flora y fauna. Nosotras lo que queremos es pan para hoy... y hambre para mañana.
¡Es que no hay nada! ¡De algo tendremos que vivir! ¡Es que crean empleos, y es la única manera de salir adelante! ¡Ah, Oliete! ¡Qué rico que fue!
En nueve años de actividad, Apadrina un Olivo ha conseguido recuperar 26.000 olivos y generar 37 puestos de trabajo. Más de 19.000 personas han ido a conocer su olivo, el proyecto y el pueblo. Han generado un verdadero motor de turismo rural en el municipio y alrededores.
Sorpresa: ¡hay otra forma de hacer las cosas!
Nuestra tierra está llena de infinitas posibilidades. Solo hay que cambiar la mirada. Tomarnos el tiempo para escuchar. Investigar qué es lo que tenemos y qué podemos hacer.
Permitámonos soñar en grande. Proyectar un futuro poniendo el bienestar en el centro, no solo de las personas, sino de todo lo que conforma el territorio.
Podemos elegir con quién establecemos alianzas. ¿A quién queremos de vecinas? ¿A personas con ilusión que saben ver desde el corazón,o a mafiosos que abren las puertas giratorias para ponerse en primera fila, llenándose los bolsillos? ¿A gente que sabe poner en valor la riqueza abandonada, o a empresarios que pasan un día sí y otro no en la cárcel por sus tramas chungas?
No tenemos que conformarnos con lo que llega primero. Podemos mirar con ternura lo que ya tenemos, imaginar lo imposible, y confiar en que nuestras ideas locas son semillas.
A veces basta con creer. Otras, con dejarnos llevar por quienes ya sembraron antes. Porque sí: la tierra responde cuando se la canta con amor.
Y así, de la cueva a los olivos,seguimos bailando el futuro, mami.
La canción de esta semana es de Queralt Lahoz. La traigo con la excusa de contarles que he sido una de las afortunadas en participar en el 1er Retiro Rural Formativo en Inteligencia Artificial RurAll-iNN: Inmersión Rural de Aprendizaje Digital en Oliete, organizado por Despertadores Rurales Inteligentes, un proyecto que nace a la sombra de Apadrina un Olivo.
Me lo he pasado... ¡GENIAL! He aprendido mucho, he conocido a gente súper interesante que me ha inspirado y que me ayuda a seguir creyendo que se pueden hacer las cosas de otra manera: una forma disfrutona, relajada, sostenible y con impacto positivo. En nosotras, las emprendedoras, y en nuestro entorno. ¡18 unicornios intentando darle instrucciones precisas a la IA para facilitar nuestro trabajo! Me guardo esa imagen en mi caja de herramientas para no tirar la toalla.
Conozco el proyecto de Apadrina un Olivo desde sus inicios. Apadriné mi primer olivo hace ocho años, cuando parecía una locura imposible, cuando seguramente sus propulsores sufrían las burlas de los descreídos.
¿Recuperar los olivos? ¡Pero si no valen nada! ¡Si están abandonados será por algo! ¡Si a este pueblo no quiere venir nadie!
¿Les suena?
Porque estas frases las oigo constantemente en pueblos y también en nuestra ciudad: aquí no hay nada.
Y bajo esa premisa, nos vendemos como tintorro al primer postor que pasa por nuestra puerta. Llámese parque eólico, turboleta o macrogranja. Pasen y cojan todo lo que necesiten: agua, paisajes, flora y fauna. Nosotras lo que queremos es pan para hoy... y hambre para mañana.
¡Es que no hay nada! ¡De algo tendremos que vivir! ¡Es que crean empleos, y es la única manera de salir adelante! ¡Ah, Oliete! ¡Qué rico que fue!
En nueve años de actividad, Apadrina un Olivo ha conseguido recuperar 26.000 olivos y generar 37 puestos de trabajo. Más de 19.000 personas han ido a conocer su olivo, el proyecto y el pueblo. Han generado un verdadero motor de turismo rural en el municipio y alrededores.
Sorpresa: ¡hay otra forma de hacer las cosas!
Nuestra tierra está llena de infinitas posibilidades. Solo hay que cambiar la mirada. Tomarnos el tiempo para escuchar. Investigar qué es lo que tenemos y qué podemos hacer.
Permitámonos soñar en grande. Proyectar un futuro poniendo el bienestar en el centro, no solo de las personas, sino de todo lo que conforma el territorio.
Podemos elegir con quién establecemos alianzas. ¿A quién queremos de vecinas? ¿A personas con ilusión que saben ver desde el corazón,o a mafiosos que abren las puertas giratorias para ponerse en primera fila, llenándose los bolsillos? ¿A gente que sabe poner en valor la riqueza abandonada, o a empresarios que pasan un día sí y otro no en la cárcel por sus tramas chungas?
No tenemos que conformarnos con lo que llega primero. Podemos mirar con ternura lo que ya tenemos, imaginar lo imposible, y confiar en que nuestras ideas locas son semillas.
A veces basta con creer. Otras, con dejarnos llevar por quienes ya sembraron antes. Porque sí: la tierra responde cuando se la canta con amor.
Y así, de la cueva a los olivos,seguimos bailando el futuro, mami.