Síguenos
Equivocarme Equivocarme
banner click 236 banner 236
Déjame equivocarme, déjame equivocarme, déjame equivocarme, déjame caerme y levantarme.

La canción de esta semana es de Bala. La traigo aquí con la intención de abrir un espacio donde se permitan los errores.

¡Ah! No me digan que no han descansado al leer la frase “se permitan los errores”. Permiso para equivocarme. Para cuestionarme y aprender. Para las diferentes opiniones. Para decir no sé.
No lo sé. No puedo. No quiero. Voy a probar. Me he equivocado. Ha sido un error. No puedo más. No me gusta.

¡Qué descanso!

Opino diferente. No quiero hablar de eso. No me interesa. No estoy en ese punto. Me incomoda.

¡Y no pasa nada!

El mundo sigue girando mientras tú te sigues dando cabezazos contra la misma pared una y mil veces. ¿¿Somos aragonesas o no somos aragonesas?? Venga, aquí, a darle bien fuerte hasta que reventemos nosotras o el muro.

Si lo miras desde otro ángulo, es hasta gracioso. Vamos tan rápido que vemos y oímos todo desde una única perspectiva, la nuestra, y vamos rellenando huecos con nuestros propios inventos.

El otro día mi hermana envió un mensaje al grupo de WhatsApp familiar: “¿Jugamos unas partidas esta tarde en mi casa?”

¡Claro que sí! —en estos momentos de mi vida, los juegos de mesa son mi gran adicción.

Por la tarde, frente a su puerta, toqué el timbre con el Carcassonne bajo el brazo.

Me abrió y dijo: “¡Ah! ¡Te has traído el Carcassonne!”

Pues claro, pensé, ¿cómo vamos a jugar si no...?

Sobre la mesa de su comedor, una pila de cajas diferentes: Palabreto, Objetivo Secreto, el Catán...

Yo no entendía nada. En mi cabeza —y en el mensaje de WhatsApp, según yo— estaba bien claro: íbamos a jugar al Carcassonne.

Cuando llegaron todas y preguntaron a qué íbamos a jugar, ya me explotó la cabeza: ¡¡¡AL CARCASSONNE!!! ...¿o no?

La respuesta fue unánime, y no me quedó más remedio que volver a leer el mensaje. La invitación era a “jugar”. En ningún sitio ponía Carcassonne. Esa información la rellenó mi mente con lo que a mí me apetecía.

Déjame equivocarme.

Déjame equivocarme.

En la medida en que me doy espacio para fallar, amplío el margen de error de las demás.

No pasa nada por meter la pata.

No pasa nada por cambiar de opinión.

No pasa nada por recular.

No-pa-sa-na-da.

Esta idea de hacerlo todo bien, que todo vaya como la seda, que no haya conflictos ni confusiones, nos está convirtiendo en personas infinitamente aburridas y tristes.

El miedo a meter la pata, a liarla parda, a caer mal, nos encierra en versiones de nosotras mismas que no somos y nos hace sentir infelices.

Cuestionarte. Mirar para adentro. Hacer sitio a opiniones diferentes.

Ver cosas que antes no habías visto. Pensar distinto. No reconocerte en tu última decisión. Mancharte, caerte, ensuciarte la bata... ¡Estar VIVA!

Tener la razón es de las cosas más aburridas que he visto en toda mi vida.

O no... igual me equivoco.

¡Déjame caerme y levantarme!