

Es en otoño cuando importan las tendencias, y la última moda es el facherío. Sea un complemento de fiesta, un gritar “hijodeputa” al Presidente. Cual toque de distinción, ahora que no se tira la cabra. Aunque lo ideal es el traje completo. Empezar con un “los inmigrantes cobran por no trabajar” y taparse los hombros con un “si te denuncia una mujer, vas a la cárcel”. La marca, búsquenla en la barra de cualquier bar, es “España no funciona” y el logo, ya saben, la pulserita. Y a lucir facha.
¿Qué más da que la última estadística diga que los inmigrantes cobran un 30% menos que los españoles? ¿Qué importa que el Ingreso Mínimo Vital lo reciben más de un 80% de españoles? ¿Qué pasa si las denuncias falsas por violencia machista de 2009 a 2024 son de un 0.08%? En todos los tramos de empresas las ganancias se han multiplicado en los cuatro últimos años. Ya nos intentó convencer Aznar de que “España va bien”, y aprendimos que nunca va bien para todos. Y que los hospitales, colegios y servicios públicos se pagan con impuestos.
¿Saben lo que no funciona? Una izquierda timorata y acomplejada que prefiere pagar multas a Europa a cumplir con la ley, y remunerar las 8 semanas para cuidar a los hijos. Una izquierda que ha perdido su vocación rural y su dignidad, pactando con los extremistas. Una izquierda preocupada por qué dirán los banqueros. Una izquierda de “quiero y no puedo”, como demuestra su postura mojigata con Israel.
Decía Lepenies que, más que sus ideas, fue su visión del mundo, lo que sedujo de los nazis. Una política que se come a la cultura y la moral, una política de mamarrachadas como vemos a diario con Trump, Milei o los bosquimanos que piden bombardear los barcos que salvan a personas. El primer error es ese, pensar que es un tema de política, de partidos, importan las personas.
Pero será ya otra temporada. Ahora mola lo facha. Hay quien luce orgulloso, aunque, como las modas, el resto sigamos pensando, ¿pero no te da vergüenza?