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Sofía González Millán

Hay situaciones que nos hacen crecer, una de ellas es la que estoy viviendo en la actualidad. Podría haberme acomodado, podría haber decidido que me quedaba como estaba, pero no, decidí seguir adelante y estoy más que contenta con esta decisión.

Hace más de 20 años que tengo el carnet de conducir, pero realmente de conducción no sabría deciros, no lo he necesitado en la ciudad donde vivía pues los trabajos estaban dentro de ella, y andando o con el autobús podía llegar a cualquier sitio.

Poco a poco, cuando no usas esa parte del cerebro que guarda la información acerca de la conducción ésta se va perdiendo, como todo en la vida, y esto es lo que me había sucedido a mí, no tenía ningún interés en el tema y parecía que no iba conmigo.

El primer año viviendo aquí me hizo enfrentarme a una realidad que, en el fondo ya esperaba, pero que se hizo más tangible cuando me encontré con la salida de mi hija de la guardería y el cambio al colegio del pueblo de al lado.

Ese fue el momento en el que me dije a mí misma “tienes que conducir sí o sí”. Nunca he tenido ningún problema con la conducción, pero el hecho es que conducir me asustaba un poco, por falta de práctica y porque el cambio manual de marchas y el embrague hacían que mi mente se colapsara, como cuando aprendes a nadar y te dicen que tienes que mover a la vez manos y pies de manera sincronizada y tú crees que eso es imposible.

Pero la situación lo requería, así que mi parte valiente dijo sí, y decidí pedir ayuda a una de mis terapeutas para conseguir disminuir ese miedo. Paro aquí porque seguro que alguno de vosotros estáis pensado “¿Terapeutas?” “¿Una psicóloga necesita terapeutas?”, pues sí, todos tenemos nuestras teclas y por supuesto yo también, así que me apoyo en profesionales de mi confianza para poder crecer y superar con apoyo situaciones que sin ayuda serían más complicadas de superar.

El caso es que después de tanto tiempo y dinero invertido en mi crecimiento personal, con solo una sesión mis miedos se han desvanecido, cada vez que cojo el coche yo sola y conduzco con naturalidad me veo a mí misma y no me lo creo. Mi cerebro todavía tiene que asumir este nuevo papel, esta nueva parte de Sofía que maneja el coche con soltura e incluso está empezando a disfrutar. Incluso estoy descubriendo que conducir me relaja. La experiencia de estar en el coche y sentir el movimiento es una sensación muy agradable para mí.

La seguridad también la conseguimos cuando hacemos lo que nos asusta durante el tiempo suficiente para creer en nosotros mismos. Por eso no bajo la guardia, sé que hay que tener muchas horas de conducción pasa controlar el tema y aun así nos podemos encontrar con situaciones totalmente imprevistas. Pero el primer paso está dado y estoy muy orgullosa de lo que estoy superando y aprendiendo.

No voy a hablar aquí de las carreteras, de la lentitud de los trenes y de los escasos autobuses que pasan por la zona, todos somos conscientes de que la despoblación produce que tengamos menos servicios que las zonas más pobladas. No es algo que yo pueda cambiar, pero sí que veo que aquí he necesitado activar otros recursos y otras habilidades para poder realizar el trabajo diario y la conciliación familiar. Así que siento que estoy creciendo, con la autoestima unos puntos más alta y haciéndole de modelo a mi hija, que ya ha dicho que la única que no tiene coche en casa ahora es ella.

Me viene a la mente la forma de viajar de mis abuelos, mientras yo hago cuatro viajes, ellos todavía estarían preparándose para salir.

O pienso en mi abuelo minero que iba a trabajar con su bicicleta, en aquellos inviernos heladores, donde las ruedas, negras por el carbón, iban dejando un rastro oscuro sobre la nieve.

En cualquier lugar podemos crecer, y yo elijo hacerlo aquí, en este lugar que es mi casa ahora, un entorno para hacer que los miedos se desdibujen y pueda crecer con ayuda de la niña que fui.

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