Síguenos
Como todos los meses de agosto Como todos los meses de agosto

Como todos los meses de agosto

Isabel Marco

Banderines de colores y guirnaldas cruzan la plaza. Las campanas tocan señalando la hora en punto. Un escenario montado con tablones, algunos de ellos combados por el paso del tiempo. Los niños y niñas llenan el silencio de la hora de la siesta; gritan y alborotan porque están contentos, porque es fiesta y eso significa que en la plaza hoy habrá diversión. Las personas adultas van de lado a lado, muy atareadas, no tienen tiempo de distraerse, quieren dejar todo preparado, todo el mundo arrima el hombro y atiende a cualquier necesidad que pueda surgir. Las personas mayores observan y, en su mirada, se ve el recuerdo de otro tiempo.

Podría estar describiendo mi pueblo, podría estar describiendo el tuyo, o cualquiera. Puntos en común que puedo ver en las fiestas de los pueblos cada vez que llega el verano y toca rondarlos, visitarlos, gozarlos. Pueblos pequeños cuyas fiestas tienen ese sentir de cuando la fiesta pertenece a todos y la organizan y disfrutan a partes iguales.

Se respira un ambiente mágico y, aunque sea de fuera, me acogen como a una más y se aseguran de que esté disfrutando y me animan a volver también cuando el pueblo esté más tranquilo para poder mostrarme todas sus maravillas.

Hoy Aguaviva, ayer La Cañada de Verich, el otro día Riodeva, La Codoñera, Molinos, Belmonte de San José… pueblos que se llenan de algarabía en verano porque vuelven esas personas que han tenido que emigrar para buscar un trabajo, los nietos de la casa de esta o de aquél, la familia amiga invitada a gozar de la maravilla que es vivir en un pueblo o al que acudir en verano para huir del estrés de la ciudad. Pueblos que me han recibido con los brazos abiertos y me han hecho sentir muy querida.

Me maravillo cuando pienso en lo diferentes que pueden ser entre sí y de cómo se asemeja la forma de ser y estar de sus habitantes cuando funcionan como una comunidad. Evidentemente habrá rencillas, pero no se ven, quedan aparcadas en un rincón para intentar que las fiestas salgan adelante, nadie criticará el trabajo de nadie porque es el trabajo de todos.

Me encanta el verano porque veo en cada uno de los pueblos que visito, el cariño y la ternura con la que cuidan hasta el más mínimo detalle, cómo desde las personas más pequeñas hasta las mayores saben disfrutar de las actividades en las que no hace falta nada más que poner un poco de interés. Cucañas, guerras de globos de agua, carreras de sacos… juegos de toda la vida que divierten a los más pequeños y entretienen a mamás, papás, abuelas y abuelos. Y, por supuesto, Alcorisa; mi pueblo. Desde la puerta de casa o asomada en el balcón participo en el bingo de la calle Mayor en beneficio de los comercios del pueblo. Me acerco a la plaza nueva porque hay un espectáculo por la noche, mañana iremos aquí al lado porque traen un espectáculo de payasos y cuentos; pasado mañana viajaremos aquí cerca para ver a una compañía asturiana de teatro y títeres que traen un espectáculo buenísimo que no nos podemos perder. No necesito una gran ciudad para disfrutar de la vida, aprendemos a saborear las cosas desde lo más sencillo, desde esta periferia, desde la convivencia y la hermandad que se genera donde todo parece más sencillo porque hay una red social tan amplia y fuerte que puede con todo, que acoge a quien quiera sumarse y que sabe moverse al son de la mejor canción del verano, que no es otra que las voces de sus habitantes hablando despreocupadamente, riendo y tarareando una canción que mañana no recordarán; pero sí recordarán ese hombro arrimado que ayuda, esa vecindad que es una sola casa cuando hace falta.

¡Vivan las fiestas del pueblo! ¡Viva!

Viajo por pueblos de todo el país y os garantizo que lo que vivimos en los pueblos de Teruel es especial.

Aquí no solo se oye el respirar de las piedras.