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Cosas de niños Cosas de niños
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Isabel Marco
Desde mi entorno cercano me llegaba una historia de acoso escolar; el famoso bullying que parece campar a sus anchas en los colegios e institutos de nuestro país. Supongo que no es fácil para el profesorado ver estas situaciones, pues los niños y niñas no son tontos y se esconden para hacer estas cosas, se amparan en la soledad de los baños, en el tumulto de los recreos, en las breves ausencias, en las oscuras redes sociales donde los adultos no están. Sin embargo, no suena extraño cuando se cuenta una de estas historias y la víctima tiene la sensación que desde el colegio le han desamparado, no le han hecho caso o simplemente han dejado que se siga produciendo porque simplemente es "cosa de niños". 

Hay muchas cosas que suceden en los colegios e institutos que no son cosa de niños y hay muchas situaciones para las que necesitaría una buena argumentación porque no llego a comprenderlas. No entiendo que sea cosa de niños que en los colegios se peguen, que eso lo consideren un juego. Hace muchísimos años que en los colegios se eliminaron los juguetes bélicos, todo el mundo sabe el porqué, está más que justificado. Pero lo que escapa a mi razón es por qué no se eliminaron con ellos los juegos bélicos, sigue el mismo juego pero sin pistolas ni espadas, ahora es con los puños y las patadas. 

Rodear entre tres a un niño y pegarle patadas y puñetazos no es un juego por mucho que insistan en ello, por mucho que los padres de los agresores y el centro intenten minimizar así los daños. ¿Los adultos también podemos hacer eso?, ¿puedo juntarme con amigos, pegarle a alguien y después decir que era un juego? Me parece que, adulto o niño, la persona que recibe los golpes no opinaría lo mismo. Aquí nace la educación para el consentimiento, y ojo que esto no es una banalidad. 

Si se educa a los niños pensando que pueden ejercer la violencia para imponer su poder y voluntad, les estamos enseñando que la palabra del otro no vale nada y que como son más fuertes pueden hacer y deshacer a su voluntad. Hay que enseñarles que en el momento que una de las partes no quiere, hay que parar, que eso ya deja de ser un juego y que no es no en todas partes; no es una votación, es un consenso. Lo comprendemos muy bien cuando se trata de vender algo, de tomar prestado algún bien material. El no protege la libertad, los límites y la seguridad; si el sí de uno anula el no del otro es abuso, es control, es violencia.

Los centros se quedan impasibles hasta que varias personas alzan la voz, no solo la familia de la víctima, sino otros testigos de la situación; entonces actúan e imponen medidas correctoras completamente conductuales como castigar al agresor un mes sin recreo. ¿Sabes qué pasará cuando acabe ese mes? ¿Sabes el odio que va a acumular? ¿Sabes con quién lo va a descargar?

Otra noticia que me ha puesto los pelos de punta es la de la niña de cinco años que era agredida por niños de once; le metían hojas en la boca, la subían a un árbol y la dejaban allí, le tapaban la cara y le pegaban... O las niñas de instituto que le decían a otra que se suicidase, que no la aguantaba nadie, que lo mejor que podía hacer era quitarse del medio, que la gente que le dice lo contrario es porque les da pena... Inducir al suicidio está castigado por el código penal, eso ya no es cosa de niños ni de chiquillos de instituto, eso es un homicidio. 

Los colegios e institutos no lo están haciendo demasiado bien en muchos casos, pero reflejan lo que es la sociedad, lo que son los padres de ahora: "antes nos pegábamos con palos y no pasaba nada", "ahora no se puede hacer una broma, todo el mundo se lo toma a la tremenda", "los niños y jóvenes de ahora no aguantan nada"... 

Concentrémonos en educar a nuestros hijos para que no sean temidos por nadie, sino para que sean amados.