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Isabel Marco

Es una locura lo que ocurre hoy en día. Pasamos por vorágine increíble desde que termina el verano pasando por el nuevo curso escolar con las campañas de “la vuelta al cole” y los coleccionables por fascículos sobre el maravilloso mundo de los gatos o las miniaturas de los coches clásicos. Después comienzan a vendernos frutas de Aragón y cachirulos entre joticas y adoquines del Pilar. Antes de que la gente deje el ramo en la ofrenda y de que te hayas acostumbrado al sonido de la bandurria, los pasillos de los supermercados están llenos de esqueletos, galletas con formas de calaveras y calabazas con pegatinas de tétricos ojos y escalofriantes bocas. Pero lo que ha ocurrido este año no lo había visto jamás: entre calabaza y calabaza, polvorón.

Cada año empiezan antes con las campañas comerciales temáticas y con la de Navidad es exagerado y es que, con esto de que el frío no ha llegado casi hasta noviembre, podías ir al súper en chancletas y salir con una tableta de turrón duro.

Ahora no hay escapatoria, parece que estos días sólo puedes pensar en los regalos de Navidad, hay que ir haciendo la lista porque si no puede que se agoten, no sé; ¿porqué será si no tanta prisa? Yo creo que es porque estamos tan absorbidas por el consumismo que somos capaces de comprar barato los regalos de navidad con mes y medio de antelación y volverlos a comprar caros y en el último momento porque ya no nos acordamos de que las compras ya están hechas, o quizás se hayan caducado o pasado de moda.

El famoso black friday está a la vuelta de la esquina y, con tanta pre-navidad, me parece que las ventas se van a disparar.

Pero todo esto tiene una contrapartida fatal, además de la compra de cosas innecesarias o la compra por duplicado porque no recuerdas que ya lo habías adquirido este año, esas compras que hacemos al más allá, van a llegar al más acá en un barco que, va a atravesar el Ártico.

De hecho, ya está sucediendo, un carguero lo ha atravesado para traer desde Asia hasta Europa todas esas compras que vamos a realizar estos días venideros, o quizás traían las compras que las personas más tempraneras han hecho ya.

Si bien es cierto que el Ártico ya había sido visitado por otros cargueros, pues el tráfico marítimo en sus aguas ha crecido en un 30% en los últimos diez años, a medida que el cambio climático derrite el hielo del polo norte, cada vez se van creando nuevas travesías, pero la del Istambul Bridge desde el puerto Ningbo-Zhoushan hasta Felixstown (Reino Unido) no es una más. Se trata de una línea con múltiples paradas, y esto es algo que no se había visto nunca en el Ártico.

Que los barcos puedan atravesar el ya no tan glacial océano Ártico, ha sido posible porque la capa de hielo que flota sobre el océano Ártico es cada vez más fina, cada vez hay menos hielo como consecuencia del calentamiento global y como ya no supone ningún obstáculo para los cargueros han abierto rutas comerciales.

La gran demanda de productos desde Europa tiene grandes consecuencias ecológicas, pues la pérdida del Ártico “nos golpeará a todos”, así lo anunciaba Sian Prior de la Clean Arctic Alliance, una organización sin ánimo de lucro que se dedica a persuadir a los gobiernos para que tomen medidas para proteger el Ártico.

Las excusas están servidas pues a primera vista el viaje es más corto y, por tanto, se reducen las emisiones; pero se esconde que destruir el hielo del Ártico es una acción muy difícil de revertir, por no decir imposible.

Una vez más la necedad del ser humano se pone por delante de la casa de todos. Yo haré mis compras en las tiendas del pueblo, no vaya a ser que un día no tenga donde comprar.