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Celulitis: la piel de naranja que no es una enfermedad Celulitis: la piel de naranja que no es una enfermedad

Celulitis: la piel de naranja que no es una enfermedad

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Joan Izquierdo

Marta tiene 34 años y después de una lesión se apuntó al gimnasio. Nos lo contaba con entusiasmo a los amigos y ya no solo por salud si no por mejorar la resistencia. “Quiero quitarme la celulitis antes del verano”. Desde entonces, hace elíptica cada mañana, solo come ensaladas (sin aliñar) y ha comprado una crema reductora que promete milagros en siete días. Cuando ya me lo conto profesionalmente y vino a consulta, decepcionada, me dijo: “No entiendo nada. Estoy haciendo todo bien… y sigo igual.”

La historia de Marta es más común de lo que pensamos. Y su frustración también. Porque la celulitis -o más correctamente, la paniculopatía edematofibroesclerótica (sí, suena a trabalenguas, pero es el nombre técnico)- es uno de esos fenómenos cutáneos que generan más complejos que problemas reales. Y ahí está la clave: la celulitis no es una enfermedad. Es una alteración estética de la piel muy frecuente, especialmente en mujeres, que no implica riesgo para la salud. De hecho, podríamos considerarla un rasgo anatómico característico del cuerpo femenino.

La famosa “piel de naranja” aparece sobre todo en muslos, glúteos, caderas y abdomen. Se debe a una combinación de factores: alteraciones en la microcirculación, acumulación de grasa en lóbulos subcutáneos y fibrosis del tejido conjuntivo que tira hacia abajo la piel. El resultado son esos hoyuelos que tantas veces vemos.

¿Y por qué afecta sobre todo a mujeres? Por razones hormonales y estructurales. El estrógeno favorece la retención de líquidos y la disposición del tejido graso en zonas concretas. Además, las fibras de colágeno que forman los compartimentos subcutáneos tienen una arquitectura diferente a la del cuerpo masculino, lo que facilita que esa grasa empuje hacia la superficie.

Hay factores que empeoran la celulitis: el sedentarismo, la mala alimentación, el tabaco, el estrés crónico, el uso de ropa muy ajustada o pasar muchas horas de pie o sentada sin moverse. Pero también hay otros que no ayudan tanto como creemos: adelgazar bruscamente, usar cremas sin evidencia o hacer solo cardio esperando resultados mágicos.

¿Significa eso que no se puede mejorar? En absoluto. Pero hay que ser realistas y ningún tratamiento funciona sin acompañarlo de hábitos saludables. La clave está en mejorar el entorno del tejido subcutáneo, no en castigarse.

Algunos consejos prácticos que sí funcionan:

1. Movimiento diario: No hace falta matarse a correr. Caminar, subir escaleras, hacer ejercicios de fuerza (sí, también las mujeres) ayuda a mejorar el tono muscular y la circulación.

2. Hidratación y dieta equilibrada: Beber suficiente agua, reducir azúcares, grasas ultraprocesadas y sal puede mejorar la retención de líquidos.

3. Evitar ropa excesivamente ceñida durante muchas horas, especialmente en muslos y glúteos.

4. Masajes drenantes o presoterapia: Mejoran el retorno venoso y linfático. No eliminan la celulitis, pero ayudan a reducir volumen y sensación de pesadez.

5. Tratamientos médico-estéticos con evidencia, como la radiofrecuencia, la cavitación, el láser lipolítico o la diatermia profunda. Estas técnicas actúan sobre el tejido subcutáneo para mejorar la firmeza, drenar líquidos y reducir el volumen localizado. Siempre deben realizarse en centros médicos o bajo supervisión profesional.

Lo más importante es saber que siempre se puede hacer algo para mejorar, ya sea con hábitos, tratamientos o un poco de paciencia. Pero también es clave entender que aceptarnos no es rendirnos, sino aprender a mirarnos con más amabilidad. Verse bien también es sentirse bien.

Y aprovecho estas líneas para mandar un beso al cielo a mi abuela Consuelo Ibáñez, que me enseñó a amar Teruel. Siempre dispuesta a ayudar, fue un ejemplo de tradición, cariño y entrega a los demás.