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Doctor, tengo la piel como de gallina… pero siempre Doctor, tengo la piel como de gallina… pero siempre

Doctor, tengo la piel como de gallina… pero siempre

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Joan Izquierdo

María, 28 años, llegó a consulta algo preocupada. “Desde adolescente tengo estos granitos en los brazos, parecen de piel de gallina y no se van con nada. No duelen, pero me acomplejan”. Al observarla, no tardé en reconocer el clásico aspecto de la queratosis pilaris, una afección tan frecuente como desconocida, y que suele provocar más frustración estética que problemas médicos reales.

La queratosis pilaris afecta aproximadamente al 40 % de la población, aunque pocos saben su nombre. Es ese relieve áspero, rugoso, que aparece sobre todo en brazos, muslos, mejillas o glúteos, y que muchas personas confunden con acné o alergia. Lo curioso es que no pica, no duele y no contagia. Simplemente, está ahí… y parece resistirse a todas las cremas del mundo.

La causa está en algo tan cotidiano como el proceso de renovación de la piel. En condiciones normales, las células de la epidermis se forman, maduran y se desprenden de manera ordenada. Pero en las personas con queratosis pilaris, se produce un exceso de queratinización: la queratina -esa proteína que forma parte de la piel, el cabello y las uñas- se acumula dentro del folículo piloso, taponando su salida. Imaginemos un diminuto tapón que bloquea el poro; el pelo, al intentar salir, se enrosca o queda atrapado bajo la piel, formando ese pequeño granito duro al tacto.

Desde un punto de vista técnico, se trata de una alteración del proceso de cornificación folicular, es decir, una queratinización anómala del epitelio que recubre el folículo. Las células córneas se acumulan de manera compacta, creando una microobstrucción que impide la correcta salida del vello. Esta alteración suele tener un componente genético -por eso se ve en varias personas de una misma familia- y puede asociarse a piel seca o atopía.

A pesar de su aspecto, no es una enfermedad grave. De hecho, muchos dermatólogos la consideran una “condición de la piel normalizada”, una simple variación de la textura cutánea. Aun así, es lógico que a quien la padece le preocupe: la piel luce menos lisa, se irrita con el roce y, en ocasiones, se enrojece.

No existe un tratamiento curativo definitivo, pero sí formas efectivas de mejorarla notablemente. La clave está en combinar hidratación, exfoliación y constancia.

Hidratación diaria: usar cremas emolientes que contengan urea (5-10 %), ácido láctico, ácido salicílico o ácido glicólico ayuda a suavizar la piel y a eliminar los tapones queratósicos. Los productos con ceramidas también restauran la barrera cutánea y reducen la aspereza.

Exfoliación suave: una o dos veces por semana, pueden emplearse exfoliantes químicos suaves o peelings corporales. Evita frotar con guantes ásperos o esponjas agresivas: la fricción excesiva puede inflamar y empeorar el aspecto.

Baños templados y jabones sin detergentes: el agua muy caliente y los geles espumosos eliminan los lípidos naturales de la piel, favoreciendo la sequedad.

Tratamientos complementarios: en casos persistentes, pueden usarse retinoides tópicos (como el ácido retinoico o el adapaleno) bajo indicación médica. En pieles muy enrojecidas, los dermatólogos recurren a veces a láser vascular o luz pulsada intensa (IPL) para mejorar el tono.

A menudo, los síntomas mejoran en verano, gracias a la humedad ambiental y la exposición moderada al sol. En cambio, en invierno -cuando el aire seco y el frío deshidratan la piel-, la queratosis pilaris suele acentuarse.

Una buena noticia: con cuidados constantes, la piel cambia. No de un día para otro, pero sí con disciplina. Muchos pacientes refieren notar la piel más lisa en uno o dos meses.

Y sobre todo, conviene recordar que no es un defecto ni un problema de higiene. Es una característica cutánea más, como tener pecas o cabello rizado.

Si notas esos pequeños granitos persistentes, no los pellizques ni los rasques. Mejor revisa tu rutina corporal: cambia el gel por uno suave, hidrata cada día tras la ducha y elige cremas con ácidos o urea. En unas semanas, tu piel te lo agradecerá.

Porque, al final, la queratosis pilaris no se “cura”… pero se cuida. Y cuidarse -granitos incluidos- siempre es el mejor tratamiento.