

Afirmaba Antonio Machado que “en cuestiones de cultura y de saber solo se pierde lo que se guarda; solo se gana lo que se da”.
Qué gran verdad. Yo la aplicaría a la vida en general.
Esa frase me recordó otra lectura reciente: el papa Francisco recordaba que el único tesoro que realmente nos llevamos de esta vida es aquello que dimos a los demás. Lo contaba en otro tono -aunque en igual fondo- una vieja historia: la de las manzanas y las ideas. Si tú tienes una manzana y yo otra, e intercambiamos, cada uno sigue con una. Pero si tú tienes una idea y yo otra, y las compartimos… ambos tenemos dos.
Así es también la educación: un regalo que crece al compartirse. Que se multiplica cuando se transmite con generosidad.
Desde CampusHome, donde convivimos con cientos de universitarios cada curso, lo vemos cada día. Educar no es solo cuestión de contenidos: es un acto de acompañamiento y confianza. De sacar, como decía Miguel Ángel, “el David que hay en cada bloque de mármol”. Ayudar a cada persona a sacar su mejor versión. A brillar con lo que tiene de único.
Pero eso no sucede por casualidad. La educación necesita raíces profundas: familias comprometidas, docentes apasionados, una comunidad que arrope. “Hace falta toda la tribu” (necesitamos ejemplos ejemplares, déjame que juegue con las palabras). Porque se educa en el aula… pero también en casa, en el comedor, en la calle, en el gimnasio de una residencia universitaria o en la parada del autobús.
Educar es sembrar. Y es sembrar para cosechar esperanza.
Una buena educación -y no hablo sólo de la académica- te acompaña toda la vida. No hay hurto que la arrebate. Porque la buena educación te da alas y te da un norte. Mejora las aptitudes, pero también las actitudes. Despierta preguntas. Abre ventanas. Hace que uno aprenda a vivir, no solo a ganarse la vida.
Claro que hay que enseñar conocimientos. Y competencias. Pero también hay que enseñar a pensar por uno mismo. A discernir. A respetar. A sentir empatía. A valorar la belleza. A agradecer lo recibido.
Se educa con lo que se dice, pero sobre todo con lo que se hace. Son los ejemplos ejemplares a los que aludía: Tus hechos hablan tan alto que no me dejan oír lo que dices. ¿Recuerdas?
Es muy importante educar con afecto. Porque crece mejor quien se siente querido. Nadie florece en terreno hostil. Lo decía Oscar Wilde: “El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”.
Y es importante agradecer. Reconocer el esfuerzo de tantas personas que educan en silencio, día tras día. Padres, madres, maestros, tutores, personal de apoyo, formadores. Todos ellos -también en CampusHome- son parte fundamental de esa red que sostiene, cuida y proyecta hacia un futuro mejor.
Gracias por lo que te toca. Educamos todos, cada uno en su medida. Tengámoslo muy en cuenta. Desde las personas de a pie a los responsables públicos… No nos defrauden (algunos, no nos defrauden… más).