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El cambio de hora no es solo el reloj El cambio de hora no es solo el reloj

El cambio de hora no es solo el reloj

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Joan Izquierdo

Se acerca el cambio de hora y ya sabemos lo que eso significa: unos días de caos en nuestros relojes biológicos. Mi amiga Maribel, que el año pasado tardó mas de una semana en recuperarse ya se está temiendo lo peor. “Siempre me pasa lo mismo: me despierto cansada, me cuesta dormir y, para colmo, mi piel parece haber envejecido cinco años en una noche”. No es solo una sensación; el desajuste del sueño tiene efectos reales en nuestro cuerpo, y la piel es una de las primeras en notarlo.

Mientras dormimos, la piel entra en modo reparación: produce más colágeno, elimina toxinas y se renueva. Si el descanso se ve afectado, este proceso se ralentiza y el resultado es una piel más seca, apagada y con ojeras marcadas. A esto le sumamos que, cuando dormimos mal, solemos tirar de cafeína, descuidamos la hidratación y nos pegamos más a las pantallas, lo que agrava aún más el problema.

Y hablando de pantallas, os voy a contar un dato curioso que a mí me ha llamado la atención y es que la luz azul de los móviles y ordenadores no solo afecta al sueño, sino que también acelera el envejecimiento de la piel. Se ha demostrado que puede generar estrés oxidativo, favoreciendo la aparición de arrugas y manchas. Así que ese solo un capítulo más antes de dormir puede estar pasando factura a largo plazo.

Si a los adultos nos cuesta adaptarnos, en los niños el impacto es aún mayor. Su sueño es más frágil, y un desajuste de una hora puede traducirse en más despertares nocturnos, dificultad para conciliar el sueño y, al día siguiente, irritabilidad y falta de concentración. Además, su piel, más fina y sensible, también sufre cuando el descanso es insuficiente. Para ayudarles, lo ideal es adelantar progresivamente su hora de acostarse unos días antes del cambio y mantener una rutina relajante antes de dormir.

Para minimizar los efectos en cualquier edad, podemos prepararnos ajustando poco a poco nuestros horarios, reduciendo el uso de pantallas antes de dormir y asegurándonos de que nuestra piel recibe el cuidado adecuado: una buena limpieza, hidratación y, si está especialmente apagada, un extra de antioxidantes.

Así que sí, el cambio de hora puede jugarnos una mala pasada, pero con algunos ajustes podemos evitar que nos pase factura. Y si todo falla, siempre nos quedará el consuelo de que los días serán más largos… aunque nos cueste un par de cafés extra para adaptarnos.