

Los viejos del lugar sabemos que todo empezó con Chicho. El gran Narciso Ibáñez Serrador desembarcó en España para repetir el éxito que había logrado en la televisión argentina con adaptaciones de clásicos de la ciencia ficción y el terror. Mañana puede ser verdad (1964) y, sobre todo, Historias para no dormir (1966) se convirtieron en hitos que todavía perduran en la memoria de los amantes del género. En la España de las suecas y el landismo -a mucha honra-, entre imágenes de Fraga bañándose en Palomares e inauguraciones de pantanos, el público encontraba un refugio en el que escapar de la realidad. Ahí estaban Edgar Allan Poe y Ray Bradbury, pero también autores nacionales como Juan Tébar o Carlos Buiza, para acompañar al gran Chicho y demostrar que otra televisión era posible.
A lo largo de los años, TVE ha mostrado poco interés por el relato fantástico, aunque hay ejemplos como Crónicas del mal o Historias del otro lado de José Luis Garci que emergen como pequeños islotes en un mar saturado de comedias y dramas con vocación de posteridad. Habría que esperar tres décadas para darle una nueva oportunidad al género.
El 25 de febrero de 2015, El ministerio del tiempo llegaba a la televisión pública. Sus creadores, Pablo y Javier Olivares, se arriesgaban con una idea original que combinaba ciencia ficción, historia y humor costumbrista. Aupada por el apoyo masivo en redes sociales, la serie se convirtió en poco tiempo en un fenómeno de culto que logró trascender los (estrechos) márgenes de la pequeña pantalla. A pesar de no contar con audiencias abrumadoras, las tramas, los giros de guion y sus personajes conseguían ser trending topic con cada emisión. Comprobar que, semana tras semana, nombres ilustres como Velázquez o Lope de Vega compartían los muros de Twitter junto a Belén Esteban te devolvía la fe en la humanidad.
En el camino se cruzarán con figuras relevantes de la historia de España: de Lorca y Buñuel a Picasso, Cervantes, Colón, Clara Campoamor e, incluso, un falso Cid Campeador que debe sustituir al original prematuramente muerto. Mención especial para un general Spinola que lanza arengas a sus tropas -“yipikayei, hideputas”- con la inconfundible voz de Ramón Langa, el Bruce Willis patrio.
En el germen de la serie, Javier Olivares reconoce la inevitable influencia de Doctor Who -la longeva ficción de la BBC-, la novela clásica Las puertas de Anubis de Tim Powers o el film La torre de los siete jorobados de Edgar Neville.
El ministerio del tiempo cumple 10 años y sus 4 temporadas —disponibles en RTVE Play— se vislumbran como una hazaña difícil de repetir. Mientras perdemos el culo con naderías que parecen diseñadas con I.A., allá fuera aún quedan creadores talentosos luchando por sacar adelante proyectos tan valientes como el de los hermanos Olivares. Qué país este, cuánta injusticia. Ya lo dijo el Cid: “¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!”.
A lo largo de los años, TVE ha mostrado poco interés por el relato fantástico, aunque hay ejemplos como Crónicas del mal o Historias del otro lado de José Luis Garci que emergen como pequeños islotes en un mar saturado de comedias y dramas con vocación de posteridad. Habría que esperar tres décadas para darle una nueva oportunidad al género.
El 25 de febrero de 2015, El ministerio del tiempo llegaba a la televisión pública. Sus creadores, Pablo y Javier Olivares, se arriesgaban con una idea original que combinaba ciencia ficción, historia y humor costumbrista. Aupada por el apoyo masivo en redes sociales, la serie se convirtió en poco tiempo en un fenómeno de culto que logró trascender los (estrechos) márgenes de la pequeña pantalla. A pesar de no contar con audiencias abrumadoras, las tramas, los giros de guion y sus personajes conseguían ser trending topic con cada emisión. Comprobar que, semana tras semana, nombres ilustres como Velázquez o Lope de Vega compartían los muros de Twitter junto a Belén Esteban te devolvía la fe en la humanidad.
El tiempo en sus manos
El ministerio del tiempo es una institución gubernamental, de carácter secreto, dedicada a proteger la historia de nuestro país. El paso a las distintas épocas se realiza a través de unas antiquísimas puertas custodiadas por funcionarios del tiempo. La serie sigue a un grupo de patrulleros formado por Amelia Folch (Aura Garrido), una de las primeras mujeres universitarias en la España del siglo XIX, Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda), un soldado de los tercios de Flandes, Pacino (Hugo Silva), un policía de los 80 que recibe su nombre por su parecido con la estrella del film Serpico, y Julián (Rodolfo Sancho), un enfermero del Madrid actual. Juntos se verán envueltos en peligrosas misiones que les obligarán a viajar al pasado para proteger el presente.En el camino se cruzarán con figuras relevantes de la historia de España: de Lorca y Buñuel a Picasso, Cervantes, Colón, Clara Campoamor e, incluso, un falso Cid Campeador que debe sustituir al original prematuramente muerto. Mención especial para un general Spinola que lanza arengas a sus tropas -“yipikayei, hideputas”- con la inconfundible voz de Ramón Langa, el Bruce Willis patrio.
En el germen de la serie, Javier Olivares reconoce la inevitable influencia de Doctor Who -la longeva ficción de la BBC-, la novela clásica Las puertas de Anubis de Tim Powers o el film La torre de los siete jorobados de Edgar Neville.
El ministerio del tiempo cumple 10 años y sus 4 temporadas —disponibles en RTVE Play— se vislumbran como una hazaña difícil de repetir. Mientras perdemos el culo con naderías que parecen diseñadas con I.A., allá fuera aún quedan creadores talentosos luchando por sacar adelante proyectos tan valientes como el de los hermanos Olivares. Qué país este, cuánta injusticia. Ya lo dijo el Cid: “¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!”.