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‘Yakarta’ ‘Yakarta’
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“Nadie empieza a jugar al bádminton si es feliz”. Con estas palabras, Joserra, exjugador olímpico, divorciado y ludópata -todo en uno-, intenta convencer a la madre de Mar para que le deje ser su entrenador personal. 

Yakarta, una de las últimas series de producción propia de Movistar Plus+, nos recuerda que no hay nada tan humano como el fracaso. Tropezar una y otra vez, caer al suelo y volver a levantarse son las constantes que nos han guiado a lo largo de la evolución. El guionista Diego San José es consciente de que las derrotas quedan mejor en pantalla que los relatos protagonizados por triunfadores y héroes inmaculados. Es un ejercicio de empatía -y también, de morbo- el que nos lleva a sentir predilección por los más desfavorecidos, por aquellos que sufren en sus propias carnes los golpes de la vida. 

San José es el ejemplo perfecto de escritor para cine y televisión capaz de ofrecer una mirada inconfundible en cada uno de sus proyectos: la bilogía Ocho apellidos (vascos y catalanes), las comedias junto al director Borja Cobeaga -Pagafantas, No controles, Fe de etarras- o la reciente serie Celeste, protagonizada por Carmen Machi. Ya sea tratando el conflicto vasco, el independentismo o hablando de la mismísima Agencia Tributaria, San José sabe tocar donde más duele, nos enfrenta al reflejo de nuestra propia realidad y lo hace con una comedia cruda y descarnada que muchas veces dista poco de la auténtica tragedia. 

Con Yakarta, el guionista y la directora Elena Trapé amplían ese espectro, escapan de la luminosidad costumbrista para zambullirse sin temor en las procelosas aguas del drama.

Una extraña pareja

Javier Cámara es Joserra, una antigua promesa del bádminton que llegó a competir en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 y que, ahora, sobrevive como profesor de educación física en un instituto del barrio de Vallecas. Arrastra el dolor de un pasado traumático que dio al traste con su carrera deportiva, destruyó su hogar y le llevó al alcoholismo y el juego. Su encuentro con Mar (Carla Quílez), una adolescente que escapa de su realidad familiar jugando al bádminton, le da la oportunidad de redimirse y, a su vez, ajustar cuentas con la federación que le dio la espalda.

En sus primeros compases, Yakarta descoloca por lo arriesgado de su propuesta: un hombre adulto se planta en mitad de un pabellón deportivo y se ofrece a una menor para ser su entrenador. En cualquier momento, parece que el drama va a estallar; es inevitable sentirse incómodo cuando vemos al protagonista obsesionarse con Mar y sus entrenamientos, llevarla en coche a los torneos e, incluso, compartir habitación de hotel con ella. Pero, créanme, la serie sorprende y nada es lo que parece a simple vista.

Yakarta cuenta con una de las mejores interpretaciones en la carrera de Javier Cámara, y eso es decir mucho. Después de personajes tan icónicos como Benigno, el enfermero enamorado de la paciente en coma de Hable con ella o el político corrupto de la serie Vamos Juan, el actor se pone en la piel de un hombre derrotado por la vida, que canta habaneras en un coro y se funde la nómina de cada mes en el bingo. Joserra está desahuciado, mira a las piscinas y siente escalofríos -les dejo que averigüen el por qué-, y se viste con chándales tan horribles como los que te compraba tu madre en el mercadillo a principios de los 90.

La Yakarta del título es, al igual que la Ítaca de Homero, una obsesión para los protagonistas. La cuna del bádminton internacional, el destino final para estos dos perdedores que, como decía Julio Iglesias en su canción -y viene a cuento con la serie-, se olvidaron de vivir.