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No nos salgas rana No nos salgas rana
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José Iribas S. Boado
Si tienes cierta edad, seguro que recuerdas El Caso, aquel periódico que, semana tras semana, destapaba crímenes, tragedias y escándalos. Cerró a finales de los noventa. Y no, no fue por “competencia desleal”… aunque bromas aparte, hoy cualquiera abre un periódico generalista y ya tiene ración más que suficiente de horror y de tragedias. Sin necesidad de buscarlo, te sirven en bandeja un menú capaz de revolverte el estómago.

Hace algún tiempo, leyendo las noticias en el móvil me llevé un susto. No debería extrañarnos que la actualidad nos sacuda -el mundo está como está-, pero quizá nos estamos volviendo bastante de piedra. Acontecimientos que antes nos habrían estremecido, hoy apenas nos arrancan un gesto. Hacemos callo. Y eso es peligroso.

En la pantalla vi un pie de foto con la palabra Soria. Al lado, miles de cadáveres. Un segundo después descubrí que la información hablaba de Siria. Y pensé: qué fácil es para algunos valorar una tragedia según si ocurre “cerca” o “lejos”, como si la distancia restara humanidad a las víctimas. Como si la empatía se midiera por kilómetros o por una simple vocal.

Me vino a la cabeza la historia de la rana que me contó un amigo: si tiras una rana viva al agua hirviendo, el batracio salta de inmediato para salvarse. Pero si la colocas en agua templada y la calientas poco a poco, se queda quieta… hasta que muere hervida, a poquitos, sin darse cuenta. No sé si es científicamente exacto, pero la metáfora es clarísima: hay entornos que te van recociendo, y sin darte cuenta pierdes sensibilidad, reacción… vida.

Gabriel Marcel lo resumió bien: "El que no vive como piensa, acaba pensando como vive". Y ahí está el riesgo: adaptarte tanto al medio que dejas de ver lo que pasa, que asumes la injusticia como parte del paisaje o del paisanaje.

Y para quienes reaccionan con un “esto no va conmigo” o con un simple pesar tibio que no lleva a actuar, Martin Luther King dejó una advertencia demoledora: "Nuestra generación no se lamentará tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos".

No basta con poder decir “yo no hice nada malo”. También es responsabilidad nuestra no permanecer de brazos cruzados. Porque como también dijo el Nobel de la Paz, "hemos aprendido a volar como pájaros y a nadar como peces… pero aún no sabemos vivir como hermanos".

No dejes que una “o” o una “i” cambien tu valoración de una tragedia. No mires hacia otro lado. Y, sobre todo, no te conviertas en esa rana que se queda quieta en el agua mientras sube la temperatura.

No nos salgas rana.