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Elogio del hombre bueno Elogio del hombre bueno

Elogio del hombre bueno

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José Baldó
Han pasado más de tres décadas desde su muerte y su recuerdo todavía sigue vivo en la memoria de los amantes de la comedia. El actor John Candy falleció el 4 de marzo de 1994, con 43 años y un puñado de películas inolvidables a sus espaldas. Este canadiense de figura corpulenta y cara de luna se convirtió en un nombre imprescindible en las carteleras de los ochenta con títulos como El pelotón chiflado o La loca historia de las galaxias. Ahora, Amazon Prime estrena el documental titulado John Candy: yo me gusto, el sentido homenaje que el director Colin Hanks —hijo de Tom Hanks— rinde al cómico, a la estrella de cine y al hombre detrás de la celebridad. A partir de los testimonios de colegas de profesión, amigos y familiares, la cinta presenta el relato conmovedor de un genio de talento desbordante y un tipo entregado por entero a los suyos. 

Candy, haciendo honor a su apellido, fue un hombre dulce y bueno que dejó una honda huella en todos los que tuvieron la fortuna de cruzarse en su camino. Es emocionante ver desfilar por el documental a celebridades como Bill Murray, Dan Aykroyd, Mel Brooks, Catherine O’Hara, Steve Martin o Macaulay Culkin y descubrir que ninguno de ellos es capaz de decir algo malo sobre su compañero. Detrás del tipo de aspecto corriente y trato amable, se escondía un ser frágil abonado a los excesos —de comida, tabaco y alcohol— para lidiar con los problemas de ansiedad que padeció durante toda su vida.

La película comienza con el funeral del cómico y, a partir de ahí, se detiene en los momentos más significativos de su biografía. La muerte del padre de Candy, cuando este contaba con tan solo cinco años de edad, marcó su personalidad y su manera de entender la vida. Creció siendo un niño tímido y con problemas de peso, y utilizó el humor y la actuación como válvulas de escape para enfrentarse a sus propios demonios. Durante los años 70, Candy forjó su camino a golpe de sketches e imitaciones en programas de la televisión canadiense; el éxito de este trabajo llamó la atención de Hollywood y fue el mismísimo Steven Spielberg el encargado de darle su primera oportunidad en el cine con la fallida 1941. A partir de ese instante, la carrera de John Candy subiría como la espuma. Películas como Un, dos tres… Splash, ¡Malditas vacaciones!, El gran despilfarro y Dos cuñados desenfrenados lo convirtieron en un rostro habitual de la comedia americana de la época. 

En el camino del actor hacia la fama se recogen testimonios sobre la incomodidad que le producía rodar determinadas escenas o el maltrato que sufría durante algunas entrevistas. Muchos periodistas parecían obsesionados por el peso y la apariencia de Candy, y aunque recurrió a dietas estrictas e hizo ejercicio, la industria siempre lo prefirió grande. La falta de confianza en sí mismo fue una constante a lo largo de toda su carrera; nunca se vio como una gran estrella, no vivió como tal e, incluso, dejó de lado proyectos importantes para pasar más tiempo junto a su familia. 

El documental destaca la colaboración del intérprete con el malogrado John Hughes, guionista de Solo en casa y director de la obra maestra titulada Mejor solo que mal acompañado. Precisamente, de esta última Colin Hanks toma el título para su película. Del Griffith, el estrafalario vendedor que interpreta Candy, sabe que habla por los codos y es un blanco fácil de atacar, pero no quiere cambiar, se gusta a sí mismo. Un personaje que parece inspirado en la ternura del propio actor: un tipo auténtico, libre de cinismos y sin segundas intenciones. 

Ojalá más Candys en este mundo. Sobre todo ahora que ser buena persona parece haberse convertido en una excentricidad pasada de moda.