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Víctor Guiu

Cuidémonos de nosotros mismos. La vuelta atrás es un paso hacia el abismo. Registremos todos nuestros pasos. No echarse atrás ni para coger carrerilla. Nuestra posteridad es una posteridad de bisutería. Pero pesa. Solo hace falta alguien con ganas de retorcer, de malmeter. Todos somos Alguien aunque en realidad seamos Nadie. Somos orgullosos memes de nosotros mismos. Los nadies de mercadillo conformamos una sociedad de nadies que buscan viralizarse en una nube llena de muebles destartalados.

Nunca en la sociedad de los nadies deberíamos permitir que la palabra de unos valga más que la de otros. La palabra puede hacerte pasar por las puertas del infierno. Postureo, justificación no demostrada, verdades a medias o mentiras.

Y duele. Y lo que duele se fija para siempre. Manchas ocultas que no hacen callo, y que se rebelan de verdad pasando por la avenida de los retorcidos.

Nadie te salva ya de la quema. Los miles de ojos anónimos te han juzgado y condenado. Los que manejan los hilos de la justicia (con minúsculas) viven en los barrios altos y estilizados de las grandes ciudades. A ellos la Justicia les suele dar siempre de bislai.

Caemos allí donde alguien nos puso y allí nos quedamos con nuestros daños colaterales.

La inocencia la carga el diablo. Es políticamente incorrecto decir según qué cosas. Así que me callo. No quiero ni siquiera insinuarlo. Por el otro costado pueden aparecer los del bienquedar, que viven en los mundos de Yupi. No quiero ser un caso aislado, aunque la vorágine inunde de leyes lo que salga por nuestras bocas. No conozco nada. No conozco la verdad. Las flechas para San Sebastián. Acercarme al sitio donde estuve antes de abrir la boca.

Aquella persona, aislada y sin recursos para echar atrás la mochila de lo que dijeron, soportará para siempre un aislamiento de baratillo sin que jamás nadie de aquellos que dieron más voz a unos que a otros, le pidan disculpas.