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Cuando el remedio es peor que la enfermedad Cuando el remedio es peor que la enfermedad

Cuando el remedio es peor que la enfermedad

Javier Sanz

Hoy muchos desconocen que el mercurio, este metal pesado plateado que es líquido a temperatura ambiente, no sólo servía para los termómetros sino que durante siglos se usó para preparaciones cosméticas y para tratamientos médicos con la idea de combatir ciertas enfermedades, en concreto la depresión y la sífilis. Como se podrán imaginar, era peor el remedio que la enfermedad. Hubo varios personajes famosos que sufrieron sus efectos.

Uno de ellos fue Agnès Sorel, la favorita del rey Carlos VII de Francia, que murió a la edad de 27 años. Un equipo médico estudió sus restos con diferentes técnicas para saber la causa de su muerto, pues los rumores de la época indicaron que falleció en 1450 envenenada por intrigas cortesanas. El pelo y los trozos de piel fueron examinados gracias a los rayos X del sincrotrón europeo y desvelaron que los restos de Sorel contenían cantidades anormales de mercurio.

Existe la hipótesis de que el envenenamiento con mercurio fuera paulatino al usar maquillaje, que normalmente contenía este metal. Los resultados del estudio han probado que el mercurio no llegó al pelo de Agnès después de la muerte, sino antes, y que fue la causa de la defunción. Los chanchullos de Juego de Tronos no los inventó George R.R. Martin. Ya venían de antes. El zar Iván IV, apodado el Terrible con razón, ingería este elemento químico para curarse de la sífilis, recetado por su médico de cámara para destruir al parásito Treponema pallidum, aunque si se pasa con la dosis (y se pasó) suele acarrear daños cerebrales como la locura, la agresividad y la muerte, tal como ocurrió al zar.

Este metal venenoso también pudo causar la locura y las continuas pérdidas de memoria que sufría el físico Isaac Newton. Él no tenía sífilis como el zar ruso, pero quiso convertir el mercurio en oro y, mientras lo intentaba en su laboratorio, se intoxicó. Sus síntomas eran inequívocos: insomnio, agresividad, pérdida de apetito, lapsus de memoria, sordera… Según revelan recientes análisis forenses de sus cabellos, en el momento de su muerte había acumulado en su cuerpo 73 ppm (partes por millón) de mercurio, frente a las 5 ppm que se considera «normal». Con un poco más de metal en sangre, además de perder todos los dientes, habría sufrido convulsiones. Sin duda era un hombre sabio, pero no tanto como para darse cuenta de las consecuencias nocivas de estar en contacto con el mercurio. Ni él ni nadie.

La misma intoxicación pudo haber sufrido el presidente Abraham Lincoln. A Lincoln le recetaron unas pastillas conocidas como «píldora azul», que se usaba para combatir la depresión, tratamiento que le provocaba arrebatos de ira. Se sabe que las ingería en 1860 contra la hipocondría, y tenían un alto contenido de mercurio que llegaba a los 750 microgramos. Es decir, 9.000 veces más cantidad que la de la dosis recomendada hoy por las autoridades sanitarias. De esta forma, el envenenamiento por mercurio podría explicar los síntomas neurológicos que sufría Lincoln: insomnio, temblores y ataques de ira.

La tumba y los ríos de mercurio del emperador Qin Shihuang

En Xian (China) se han encontrado, de momento, más de 8000 soldados, muchos con sus armas y sus caballos de terracota a tamaño real. Si eso es lo que se ha localizado en los aledaños del mausoleo ¿cómo será el interior de la tumba? Fue en el año 1974 cuando se localizó y aún no ha sido abierta. Los arqueólogos están esperando el mejor momento para empezar a excavarla y dar a conocer todo lo que hay en su interior. Cuando esto se produzca, y no hay fecha establecida todavía, lo más seguro es que hará palidecer lo encontrado en 1922 con el hallazgo de la tumba de Tutankamon o la del Señor de Sipán en Perú o la de Pacal en Palenque (México). Qin Shihuang murió en un viaje a la costa este en el mes de septiembre del año 210 a.C. mientras buscaba el elixir de la vida eterna en la legendaria isla de los Inmortales. El emperador tardó cerca de 38 años en construir el mausoleo, que cubre una superficie total de 56 kilómetros cuadrados. Para tal obra, contó con la participación de más de 720.000 abnegados obreros. En el gran libro del historiador Sima Qian (145-90 a.C.), de la dinastía Han, se enumeran algunas de las maravillas que podemos encontrar en su microcosmos particular y megalómano:

Los artesanos recibieron orden de instalar ballestas accionadas mecánicamente para disparar a cualquier intruso. Se reprodujeron las vías fluviales, los ríos Yangtsé y Amarillo, e incluso el gran océano, y por ellos circulaba mercurio. En el techo se emplearon perlas brillantes para representar las constelaciones, y en el suelo se plasmó la tierra con figuras de pájaros de oro y plata, y árboles grabados en jade. Las lámparas se colmaron con aceite de ballena para que ardieran hasta la eternidad.

Cuando el palacio fue cerrado, los trabajadores estaban ocupados trabajando en el mismo y con ellos se enterró su secreto. Nadie escapó. El mercurio ya ha sido detectado. Hay que tener paciencia china para descubrir el resto…