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Víctor Guiu

Siempre me acuerdo de la canción de Labordeta cuando decía: “Mis padres me querían ingeniero del Estado”. Y digo que siempre me acuerdo porque en mi casa y alrededores no sentó muy bien el día que me puse a estudiar Historia del Arte. No sé si hice bien o mal, pero con lo de ingeniero no me veía. Seguramente me hubiese ido mejor, no lo dudo. En cualquier caso, visto lo visto, nos podríamos ahorrar todo el coste que lleva formar a especialistas de tantas ramas del saber, puesto que cualquiera en su casa sabe más que nadie. Podríamos coger el ejemplo que mejor les vaya, por ejemplo las carreras de ingeniería forestal o de biología. Años de preparación, cursos, másteres, teniendo luego que ligar todo con jefes, empresas o administraciones. Una carrera profesional, vaya, sustentada en el conocimiento del campo y en el estudio de su gestión o su realidad biológica. Pues bien, dirán muchos de ustedes, para qué tanto, ¿verdad? Vienen los incendios forestales y venga a reenviar lo primero que les mandan por el móvil o por el instagram. Que queda bien decir la chorrada de “más cabras y menos cabrones”, pues a ponerlo. Que se corre la voz de que los bosques deben de estar más limpios que un quirófano de hospital…, lo ponemos también. Y luego las charlas de razonables expertos con lo de limpiar cauces, que conozco a un sobrino que la prima de su cuñao vive en no sé donde y no le dejan coger piñas o desbrozar el campo…

Mentiras y más mentiras. Lo cojonudo de todo es que el quinto poder (las redes sociales), logra disociar la realidad de la ficción. Y la gente, muchos cabreados y de buena fe, compra ese discurso. Un discurso donde los mismos responsables políticos, encabezados por dirigentes de PP y Vox en León, que han favorecido la proliferación de incencios recortando los servicios públicos de prevención, ponen en el foco a colectivos que no tienen absolutamente ninguna responsabilidad. Porque los recursos fáciles, como los de la cabra, se viralizan pronto, pero quizás darle una vuelta y pensar por qué no hay cabras en nuestros montes y sí molinos, macrogranjas y placas, es siempre más costoso y  complicado. Y todo viene de lo mismo. Compren pues el discurso de no pagar impuestos, de la especulación y del neoliberalismo, pero luego no le carguen el muerto al primero que pasa.