Síguenos
Antípodas Antípodas

Antípodas

banner click 244 banner 244
Elena Gómez

En ocasiones, es recomendable fijarse en otras realidades para tomar conciencia de lo afortunados que somos por tener la vida que nos ha tocado y habitar el lugar del mundo que nos ha correspondido. Nos hemos quejado tanto de cara a la sociedad española, que muchos fuera de nuestros dominios nos compadecen por vivir en Teruel. No saben, pobres diablos, que esto tiene mucho de paraíso y poco de infierno.

Así que, para compararlo con otros lugares, se me ocurrió buscar en Internet dónde paran nuestras antípodas y, de este modo, verificar si es cierto que existen similitudes entre puntos opuestos del planeta. Para empezar, me dio un ataque de risa cuando comprobé que al otro lado del mundo no hay nada de nada. Kilómetros cuadrados de Océano Pacífico, sin apenas un trocito de tierra ni un triste ser humano. De pronto, sentí la misma desazón que me provoca la acuciante despoblación de nuestro territorio.

Pero en mi empeño por encontrar vida "inteligente" en esta zona antagónica, busqué un lugar habitado y me encontré con Nueva Zelanda. En concreto, la población más cercana a ese punto geográfico, Pōrangahau, un minúsculo paraíso en la costa oriental del país.

Con apenas 180 habitantes y una economía basada en la ganadería, tiene unos paisajes impresionantes y unas playas envidiables, por lo que parece el lugar perfecto para retirarse por un tiempo. Y, al igual que nosotros, su población se muestra orgullosa de las pequeñas cosas que la diferencian de los demás, y presumen, por ejemplo, de ostentar el topónimo más largo del mundo asignado a una pequeña colina de la zona: Taumatawhakatangihangakoauauotamateaturipukakapikimaungahoronukupokaiwhenuakitanatahu.

Poco más se puede decir de aquel paraje. Lo sé, es una información anodina y carente de interés. Sin embargo, este entretenimiento absurdo me ha hecho recapacitar sobre las ventajas que todavía ostentamos y la capacidad que aún tenemos de mejorar lo que no nos gusta de nuestra tierra. Porque, aunque seamos pocos y olvidados, ocupamos un lugar importante en el mundo.

El redactor recomienda