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Elena Gómez

Paco acaba de superar los 70 y, dentro de lo que cabe, está viviendo un momento apacible en su existencia. Después de haber trabajado casi toda la vida, desde hace unos años se dedica a cosas de jubilado. Una de ellas es tomar un café a media mañana con su amigo Pedro, algo más joven pero también retirado. Hoy me pillan en la mesa de al lado, en una terraza de Teruel, y no puedo evitar escuchar su conversación.

Paco está enfadado porque, tras haber tenido que irse a Zaragoza a someterse a una pequeña operación porque aquí hay mucha lista de espera, no le permitieron pagar el hotel en efectivo. Se niega a tener tarjeta de crédito, dice que ya no está para modernidades. Al parecer, consiguió convencer a los responsables del establecimiento para abonar la estancia con billetes, aunque le cobraron un precio más alto. Después, la recepcionista le pidió su dirección de correo electrónico para enviarle la factura, que necesitaría para que el Salud le abonara los gastos de viaje, a lo que contestó: "Yo no tengo internet, ni lo necesito".

Pedro se ríe de las aventuras de su amigo. Le insiste en que tiene que modernizarse, adaptarse a los tiempos a pesar de tener ya una edad. Intuyo que Pedro es de los que tienen móvil de última generación, tablet para las videollamadas con los nietos, banca electrónica y Smart TV para ver Netflix. También adivino que está todo el día haciendo preguntas a sus hijos para desenvolverse con todos estos artilugios, que avanzan más rápido que nuestros días.

En este momento, Paco, para reivindicar su posición, saca del bolsillo un móvil con teclas, de aquellos que se plegaban sobre sí mismos. Dice que tiene en el cajón varios "aparatos con Whatsapp", pero prefiere seguir con su teléfono de siempre. La pantalla está rota, y la ha sujetado con esparadrapo, cosa que provoca la carcajada de Pedro.

Termino el café y me voy con el corazón lleno de ternura y de simpatía por ambos. Me doy cuenta que los tiempos cambian demasiado de prisa, sobre todo para una generación a la que debemos mucho y que ha sufrido tanto en el último año. Llamo a mi madre y le digo que esta tarde saque un ratito para que yo le enseñe algún truco útil con las nuevas tecnologías.

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