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Elena Gómez

Una vez más, con ocasión de una terrible catástrofe, crecen como las setas los expertos en geopolítica y economía. Es lógico que todos tengamos nuestra opinión sobre la realidad que nos rodea pero la verdad es que la inmensa mayoría no tenemos ni idea de por qué pasan las cosas. Yo también soy de las que piensa que a río revuelto, ganancia de pescadores. Es decir, cuando la humanidad sufre una desgracia de alto nivel, siempre hay quien se aprovecha de ello y las políticas del miedo son un buen nicho para las grandes fortunas. Sin embargo, ahora que tenemos en las puertas de casa una guerra, empiezan a salir los opinólogos de barra, que comienzan por decir que hay otras guerras en el mundo y no les damos tanta importancia, y siguen con argumentos como que Estados Unidos también ha invadido otros países o que deberíamos hacer huelgas para evitar la subida de precios.

La mente del ser humano actúa por círculos concéntricos. Nos importa y nos afecta más lo cercano que lo lejano. Por lo tanto, me permito la licencia de sentir más rabia por nuestros vecinos de Ucrania que por países cuya cultura entiendo muy poco y que están al otro lado del mundo.

Por otro lado, que yo sepa, en los últimos 50 años Estados Unidos no ha invadido ningún país, sino que ha intervenido en varios de ellos de forma más o menos justa, y por razones más o menos limpias. Rusia está invadiendo Ucrania con la intención de hacerla suya, algo que desde la Segunda Guerra Mundial no habíamos visto en nuestro continente.

En cuanto a la economía, el que no se dé cuenta que la globalización es un hecho y que todos dependemos de todos, tiene una capacidad de análisis muy pobre. En Europa se podrían haber implementado mejores políticas energéticas, pero a día de hoy lo cierto es que una guerra con Rusia ha de afectar a nuestro bolsillo de un modo u otro.

Por eso me parece más inteligente llegar a donde cada uno es capaz. En mi caso, que no soy experta en nada, lo que realmente me preocupa es que la población civil, inocente y desarraigada, esté lo mejor posible. Y ahí es donde sí puedo hacer algo solidarizándome con ellos y con la tristeza que produce una barbarie que, de nuevo, no tiene justificación alguna.

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