

Ya ha llegado el calor. Hace un año más o menos escribía sobre lo que le ocurre a nuestro cerebro cuando llega el calor, funciona más despacio y así vamos, queriendo que no nos caliente nadie la cabeza, que las temperaturas ya lo hacen muy bien solas.
Todavía es muy pronto, pensarás, a lo mejor soy yo que voy estresada, a la velocidad del rayo para llegar a mis quehaceres, y me acaloro.
Desde hace unas semanas tengo la sensación de que el tiempo se me escapa entre los dedos. Intento gestionarlo de la manera más eficaz posible y siempre se me queda algo sin terminar para el día siguiente; y eso conlleva un nuevo retraso en las tareas programadas. Quizá es que no calculo bien el tiempo, quizá tendría que programar menos cosas al día, pero es que entonces no llego.
Creo que si busco en internet me pondré todavía más nerviosa, seguro que tengo algún síndrome provocado por estos tiempos modernos que nos están tocando vivir, que a la vez está relacionado con la elevada autoexigencia que nos empeñamos en imponernos y las elevadas cotas de perfección en las tareas a realizar, será un síndrome que me lleva a padecer daños en mi estado de salud que, de no poder frenarlos, me van a generar daños irreparables en los órganos. Conclusión: no hay que mirar internet para saber qué tal estás, mejor ir al médico o pedir cita psicológica, o salir a dar un paseo, tal vez con eso sea suficiente.
Esto de vivir siempre corriendo es algo que yo no puedo evitar, pienso que si voy corriendo de aquí a allá ganaré unos minutos para hacer algo más. Hay veces que hasta corro por el pasillo de casa; sí, lo sé, son tres zancadas, no sé qué es lo que gano, pero no debe de ser mucho porque el resultado siempre es el mismo: no me ha dado tiempo a terminar lo que tenía planificado.
Ahora mismo, mientras escribo, voy mirando los minutos y poniéndome un poco más nerviosa cada vez que tecleo mal alguna palabra. Pero luego mi cabeza tiene que pensar, entonces tengo que parar y todo el tiempo que gano por un lado lo estoy perdiendo por otro. Además voy anticipando cómo hacer las siguientes tareas para poder recuperar el tiempo perdido y poder cumplir con mi agenda semanal.
Supongo que voy a tener que aprender a priorizar tareas, porque en mi cabeza todas las cosas que hago son imprescindibles, vitales, necesarias para mi trabajo, para mi familia o incluso para mí. Pero seguro que hay algo de lo que puedo prescindir, o que puedo hacer un poco más adelante y no va a pasar absolutamente nada. Quizá esa sea la clave. Ahora mismo estoy más cerca de la procrastinación que de la priorización y eso es otro fallo, porque me hace sentir poco eficiente y mi autoestima se hiere. En verdad sé que no lo estoy haciendo tan mal, es solo que le faltan horas al día. Con las horas del día pasaría como con los bolsos, que cuantas más tuviesen, más cosas querríamos hacer, llenaríamos más la agenda y volveríamos a estar en el mismo punto, igual que el bolso: pequeño o grande, siempre lleno hasta arriba.
Nos hemos convertido en personas multitarea, ¿cuántas cosas podemos llegar a estar haciendo a la vez? Las nuevas tecnologías nos han facilitado este "superpoder": al mismo tiempo que tengo abiertas cientos de ventanas en el ordenador, tengo otro frente abierto en el móvil, las redes sociales que además avisan de cada movimiento, los mensajes, a la vez la llamada de teléfono que no esperaba y las mil y una tareas de la agenda sin concluir.
¿Sabes qué te digo? Que me voy a dar un paseo, lento, sin prisa, después una ducha y mañana una hoja limpia en la agenda en la que no aparecerá ni una sola tarea que me robe mi tiempo.
Todavía es muy pronto, pensarás, a lo mejor soy yo que voy estresada, a la velocidad del rayo para llegar a mis quehaceres, y me acaloro.
Desde hace unas semanas tengo la sensación de que el tiempo se me escapa entre los dedos. Intento gestionarlo de la manera más eficaz posible y siempre se me queda algo sin terminar para el día siguiente; y eso conlleva un nuevo retraso en las tareas programadas. Quizá es que no calculo bien el tiempo, quizá tendría que programar menos cosas al día, pero es que entonces no llego.
Creo que si busco en internet me pondré todavía más nerviosa, seguro que tengo algún síndrome provocado por estos tiempos modernos que nos están tocando vivir, que a la vez está relacionado con la elevada autoexigencia que nos empeñamos en imponernos y las elevadas cotas de perfección en las tareas a realizar, será un síndrome que me lleva a padecer daños en mi estado de salud que, de no poder frenarlos, me van a generar daños irreparables en los órganos. Conclusión: no hay que mirar internet para saber qué tal estás, mejor ir al médico o pedir cita psicológica, o salir a dar un paseo, tal vez con eso sea suficiente.
Esto de vivir siempre corriendo es algo que yo no puedo evitar, pienso que si voy corriendo de aquí a allá ganaré unos minutos para hacer algo más. Hay veces que hasta corro por el pasillo de casa; sí, lo sé, son tres zancadas, no sé qué es lo que gano, pero no debe de ser mucho porque el resultado siempre es el mismo: no me ha dado tiempo a terminar lo que tenía planificado.
Ahora mismo, mientras escribo, voy mirando los minutos y poniéndome un poco más nerviosa cada vez que tecleo mal alguna palabra. Pero luego mi cabeza tiene que pensar, entonces tengo que parar y todo el tiempo que gano por un lado lo estoy perdiendo por otro. Además voy anticipando cómo hacer las siguientes tareas para poder recuperar el tiempo perdido y poder cumplir con mi agenda semanal.
Supongo que voy a tener que aprender a priorizar tareas, porque en mi cabeza todas las cosas que hago son imprescindibles, vitales, necesarias para mi trabajo, para mi familia o incluso para mí. Pero seguro que hay algo de lo que puedo prescindir, o que puedo hacer un poco más adelante y no va a pasar absolutamente nada. Quizá esa sea la clave. Ahora mismo estoy más cerca de la procrastinación que de la priorización y eso es otro fallo, porque me hace sentir poco eficiente y mi autoestima se hiere. En verdad sé que no lo estoy haciendo tan mal, es solo que le faltan horas al día. Con las horas del día pasaría como con los bolsos, que cuantas más tuviesen, más cosas querríamos hacer, llenaríamos más la agenda y volveríamos a estar en el mismo punto, igual que el bolso: pequeño o grande, siempre lleno hasta arriba.
Nos hemos convertido en personas multitarea, ¿cuántas cosas podemos llegar a estar haciendo a la vez? Las nuevas tecnologías nos han facilitado este "superpoder": al mismo tiempo que tengo abiertas cientos de ventanas en el ordenador, tengo otro frente abierto en el móvil, las redes sociales que además avisan de cada movimiento, los mensajes, a la vez la llamada de teléfono que no esperaba y las mil y una tareas de la agenda sin concluir.
¿Sabes qué te digo? Que me voy a dar un paseo, lento, sin prisa, después una ducha y mañana una hoja limpia en la agenda en la que no aparecerá ni una sola tarea que me robe mi tiempo.