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El fin del mundo El fin del mundo

El fin del mundo

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Javier Lizaga

Es como una fruta de temporada, está el caqui y el reportero congelado. Las pintas y los gestos prodigan las mofas en las redes sociales, y eso, la verdad, que no sospechan la intrahistoria, porque tengo colegas que no se quitan el pijama. La información sobre temporales ensalza y pondera los valores de la humanidad: lo interesante es ver lo jodido que está el prójimo. A más coches atascados, más jolgorio. Y ya si está grabado con un móvil y un paisano profiriendo tacos por detrás, te cagas, rozando el Pulitzer. Como decía Juancarlitros, uno de los personajes de Julian López, cuando se tienen que bajar de un avión por un temporal: “¿pero cómo no va a despegar esto, quién pilota, el piloto o Iñaki Gabilondo?”.

Imaginen un reportero en Madrid en septiembre, explicando que se ha acabao lo bueno, que la capital vuelve a ser un asco de prisas, tráfico y ruido. Es lo que hay, nos dirían los paisanos con cara incrédula, en plan, “¿que mej ehstás contando?”. Pues eso es lo que piensan cuando les preguntamos a los de Griegos por los dos dedos de nieve. Les preocupa más que no hay gerente para las pistas, que el colegio se queda sin chavales y que  a ver si no hubiera que bajar a Teruel para cada gestión. Luego están los dueños de los hoteles hartos de que cada vez que se anticipa el fin del mundo, la peña cancele las habitaciones, no es previsión, es que no tienen cadenas. Este finde he estado con una familia de La Palma, repetían una y otra vez: “pero si no hace frío, se está bien”. Hay asesinatos vale, pero Fargo no es tan mal pueblo.

Conduciendo y sin frenos van los meteorólogos. No les culpen son unos tipos que tienen que llenar 15 minutos a base de si llueve o no. Cada semana se marca un hito, una mínima o el complementario al 15. Como si no supieramos desde Lehman Brothers que los números son más manipulables que la audiencia. Yo me alegro porque por lo menos con la nieve la gente dejará de comprar butano. El día que venga el fin del mundo de verdad, nadie hará ni puto caso, y eso tiene su gracia. A mí el otro día me recordaron los derechos de imagen de una gasolinera. En fin, piensen que hay gente tan rara que hasta le gusta que nieve. Se abrigan y se dan un paseo. El fin del mundo es un temazo.