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Javier Lizaga

Es tan revolucionaria una tragedia como un libro bien escrito. Sobre la página 20, mientras tomas aire, maldices a los editores y aduladores de los últimos 20 libros que leíste, y que no debían haber pasado de una chimenea. Para Umberto Eco lo mejor de las tragedias es precisamente que todo acabe mal, ese triste final encierra una “crítica al orden oficial del universo”. Pardo explica que la gran desgracia no es que los personajes estén condenados al fracaso, sino que de nada sirva todo lo que hacen para evitarlo. Un turolense solo tiene que recordar la historia de Isabel y Diego, donde lo peor no es su muerte, sino la maldita convención social que no les permite ni un miserable beso.

“¿Quién está ahí?” le preguntan los guardias al fantasma del Rey muerto en Hamlet, desde hace 4 siglos.  Maggie O´Farrell les responde ahora con Hamnet, una tragedia escrita sobre las cenizas de la familia de Shakespeare. Hamlet descubre que su tío mató a su propio hermano, es decir, a su padre, con la misma desazón con la que nosotros descubrimos en este libro la muerte real de uno de los hijos del dramaturgo. ¿Es un triunfo que tu mirada trágica haya quedado para la eternidad?

Igual que buscamos intuiciones en los ojos de los desconocidos, el libro lo recorren inquietudes, como los ratones que subían por las paredes. Huele a calles pestilentes de Londres. Pero huele también a enebro, acebo y flores de avellano, con las que se puede tejer una corona de boda. Es un libro sobre la enfermedad, pero también sobre cómo la testarudez opera en las encrucijadas de la vida, y sobre ese vínculo entre hermanos, tan liviano e irrompible como ese hilo que nos une con la naturaleza y con la magia.

“El tiempo se ha salido de su curso, ¡que haya tenido que nacer para encajarlo!”, se queja Hamlet. El aplauso del público, terminada la obra, da por sentadas dos verdades: la inutilidad grandilocuente de nuestras acciones y la injusticia arbitraria de la vida, en muchas ocasiones. Es tan desasosegante como enfrentarlo con el “tú puedes con todo” que nos venden ahora hasta la saciedad. Y que no te lleva a la revolución, sino a la depresión. Por eso permítanme que les recomiende una tragedia, porque como dice un poema de Iribarren, “a veces la vida no sigue, a veces pasan los días”.