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Jekill y Mr Hyde Jekill y Mr Hyde
Imagen: Antonio García

Jekill y Mr Hyde

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Javier Lizaga

“Vine a Comala, porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Así comienza la historia de Juan Preciado, pero podría ser la de cualquier madrileño un fin de semana. El confinamiento sólo es la última excusa, realmente huyen de sí mismos. Para ser un buen madrileño te tiene que gustar el embutido de pueblo, aborrecer los atascos y hacer vida en tu barrio: “Solo vamos al centro muy de vez en vez”, “no sabes cómo están allí los alquileres”. Preciado vuelve a Comala y se encuentra rodeado de muertos. Uno va a Madrid y se encuentra rodeado de infelices e idiotas. Los idiotas son los que se piensan que han triunfado por canjear su salud por una pasta gansa. 

En el Informativo de mediodía el sábado te cuentan la historia del Doctor Jekill y Mr Hyde. En Madrid se indignan porque les han dejado encerrados (van seis meses tarde) y la España rural ha salido a la calle para pedir una sanidad mejor. Los informativos nacionales más que no explicarlo bien, es que no lo entienden. Acaban mezclando las protestas de Teruel y Soria con unas de Sevilla, donde se defiende lo público y otras del País Vasco, donde los sanitarios afirman que necesitan refuerzos por el Covid y que no pueden más. 

Perdonen, aquí pedimos que nos expliquen por qué tenemos que quejarnos para que acaben las obras de dos hospitales que ellos mismos, los que organizan nuestros impuestos, han licitado y parado. En Alcañiz, su hospital no tiene ni UCI y en Teruel supera los 65 años, ríete de la funcionalidad. Alguien debe explicar por qué aquí habrá más camas dobles que en los centros que se construyen en otras ciudades. Y por qué en ambos casos se han elegido ubicaciones que incrementan en 10 millones de euros el coste. 

Mafalda se encuentra con su amigo que acaba de volver de clase y le pregunta si le enseñaron a escribir, él le dice que primero hay que hacer palotes y sílabas, ella le insiste: “pero estuviste horas”; él le dice que tardan meses en enseñarte, “¡malditos burócratas!”, exclama. Me pregunto cuanto tardarán en darse cuenta de que el problema en Madrid y en Teruel es el mismo. Son dos caras diferentes. Allí soportan vivir porque saben que hay trabajo, hospitales y universidades. Aquí disfrutamos de la vida y reclamamos trabajo, hospitales y universidades. ¿Cómo los van a convencer de que se queden en Madrid, si ponen aquí todo eso?