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Menos que una piedra Menos que una piedra

Menos que una piedra

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Javier Lizaga

Restas, a veces, recorriendo esta provincia, más años que kilómetros. La imaginación, como un chisme olvidado, de serie y con el que no contabas, es la que te cambia de época. Quizá la inercia de que cualquier tiempo pasado fue mejor, una frase que también es un automatismo. Igual que reza sin rezar Mosen Millán un requiem para Ramón J. Sender. Porque no hay nada más revolucionario que un cura repitiendo palabras vacías. Así llegas a El Castellar, pensando que ya has estado allí, y tratando de recordar.

Imagino a Alberto apretando los ojos, como queriendo que el ascensor llegue más rápido hasta el último piso. En un rato, será incapaz de recordar si ha echado la llave de su ático. En la frente sudor incómodo, como esos personajes de Eduardo Mendoza, diciéndose a sí mismo: “voy a llegar, voy a llegar”, encadenado con un “vaya cagada” y una mirada al móvil, petado de mensajes. Él, que fue diputado más joven de España, alcalde por mayoría. ¿Cómo puede pasarle a él? Justo a él, que vive de decir a los demás lo que tienen que hacer.

Quien no responde, parece que nos entiende, como las piedras o el viento, reza el poema de José Hierro. En El Castellar llevan 140 millones de años guardando secretos. Se vuelven las rocas parlanchinas al atardecer. El último rincón descubierto tiene unas 400 huellas de gigantes. Como si hubieramos despertado sólo unos segundos tarde y el dinosaurio de Monterroso se acabara de marchar.

Por unos segundos. Vaya miserables. Allí estaba el pleno entero de Pamplona censurándole, por haber dicho que los delitos son culpa de los menores inmigrantes. Serán hipócritas, con sus puñeteros datos y sus verdades. El pacto estaba claro: ellos apoyaban la reforma, y él sacaba adelante sus mociones y se olvidaba todo. Luego dirían que lo hacían por los trabajadores.

Cero culpa es un cuento de Pedro Mairal donde una mujer engaña a su marido porque no le gusta la persona en que se ha convertido con él. No hay juicio más duro que el propio. Ni engaño que no nos haga ridículos, patéticos. Parece broma que el mejor acuerdo de esta legislatura se aprobara por “error”. Imposible entenderlo, casi suena más lejano que lo que pasó hace 140 millones de años.