

“Ahí pusieron los puestos de jamón, pero hoy vuelta a lo monótono”. Firma Mariví en una postal con foto de la plaza del Torico, hallada mientras buscaba lo que nunca sale. La bajona de Mariví es ahora nuestra. Recuerdo el cabreo cuando veíamos a los bancos “apoderarse” del centro. Hubo hasta una sucursal soriana y no de torreznos. Ni Dulce Alianza, ni zapatería bolos, ni Cosicas, ni librería, ni juguetería… Ni fotos de esa plaza que hoy ya es una extensión de los bares. La lógica de las tumbonas que sacan los hoteles en la playa: a pagar y a callar. Aquí de miranda no se puede estar.
Me acordé al leer la historia de Casa Vera en Mallorca, en la playa de Andratx: la última tienda familiar de pesca de la isla. A su dueño le daba vergüenza explicar que le habían comprado el local para poner una inmobiliaria alemana. La isla es el ejemplo de un territorio poseído por inmobiliarias y guiris. Ahora hay pubs, turismo de lujo y faltan casas y pescadores.
Volví a Oporto y ya era un centro comercial. Quise ir a una librería, y resulta que había horas de cola, pero para entrar a hacerse fotos, porque había salido en una peli. ¿Exagero? Hace dos semanas había más de 50 tiendas en el Ibón de Anayet, una zona sensible, alta montaña y, en Aragón está prohibido acampar.
Los primeros síntomas son menús de plástico, tiendas mierdosas y ya la epidemia es irrefrenable si ven idiotas montados en segway. Les reto a que busquen menú baratito por Teruel, un finde. La ciudad no es para nosotros.
Turistas buscan ciudades que ellos mismos están destrozando, explotados explotando en los cruceros, amantes de la montaña que parecen más ovejas.
Todo retransmitido, entre sonrisas recauchutadas de labios inflados. Videos, eso sí, cortos que, en lugar de ganas de vomitar, sorprendentemente, animan a ir allí, movidos, seguramente, por la envidia y la monotonía de Mariví. Como decía Anna Pacheco, quizá no es el fin del mundo, sino el comienzo de algo.
Me acordé al leer la historia de Casa Vera en Mallorca, en la playa de Andratx: la última tienda familiar de pesca de la isla. A su dueño le daba vergüenza explicar que le habían comprado el local para poner una inmobiliaria alemana. La isla es el ejemplo de un territorio poseído por inmobiliarias y guiris. Ahora hay pubs, turismo de lujo y faltan casas y pescadores.
Volví a Oporto y ya era un centro comercial. Quise ir a una librería, y resulta que había horas de cola, pero para entrar a hacerse fotos, porque había salido en una peli. ¿Exagero? Hace dos semanas había más de 50 tiendas en el Ibón de Anayet, una zona sensible, alta montaña y, en Aragón está prohibido acampar.
Los primeros síntomas son menús de plástico, tiendas mierdosas y ya la epidemia es irrefrenable si ven idiotas montados en segway. Les reto a que busquen menú baratito por Teruel, un finde. La ciudad no es para nosotros.
Turistas buscan ciudades que ellos mismos están destrozando, explotados explotando en los cruceros, amantes de la montaña que parecen más ovejas.
Todo retransmitido, entre sonrisas recauchutadas de labios inflados. Videos, eso sí, cortos que, en lugar de ganas de vomitar, sorprendentemente, animan a ir allí, movidos, seguramente, por la envidia y la monotonía de Mariví. Como decía Anna Pacheco, quizá no es el fin del mundo, sino el comienzo de algo.