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Sin explicación Sin explicación
Antonio García/EFE/Pool

Sin explicación

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Javier Lizaga

Las baldosas mojadas amenazaban la credibilidad de la meteoróloga pero sostenían la ley general que hace grises a los lunes. Los barrenderos, aun dos calles más allá, incumplían la rutina. Al torcer la esquina, el típico vecino quiso salir sin mirar del garaje y una madre apresuraba a su hija. Efectivamente era lunes. Un lunes y a esas 9.15 el criminal más despreciable volvía a Teruel. Y a nadie le importaba. 

Suelo mirar siempre de reojo a los familiares. Es la única manera de poner cordura a un juicio. Cuando los abogados atornillan al testigo siempre hay una madre, una hermana o un amigo echados hacia delante, gesto contraído, corazón en la mano. Les delata la tez cada vez más blanca, su caminar lento, como si libraran una batalla. Es a ellos, a los únicos que intento entender.

Me pregunto, les pregunto a ustedes, si de verdad todo esto sirve de algo. Quiero pensar que sí. En las primeras dos horas, ya mataron 7 veces, una por letrado, a Jose Luis, a Víctor Romero y a Víctor Caballero. Cada relato duele. Se repite cómo les acechó de noche, por la espalda, cómo los acribilló y cómo los dejó moribundos. Los segundos que cambiarías, convertidos en eternos. Igor Vaclavic tiene amigos en toda Europa. Un narcotraficante en Malaga a quien supuestamente iba a ofrecer sus servicios de matón. Le proveían documentos falsos en Francia. Contactos en su Serbia natal y en Austria que le ayudaron a huir. Tenía también una banda de ladrones en Italia y apoyos claves en España. ¿Quién le ayudó aquí? ¿Qué falló? Tampoco se aclarará quien decidió no buscarle antes, no pedir refuerzos después de que alguien intentara matar a dos vecinos de Albalate, con balas de otro país y un proceder extraño. 

La condena de Feher es tan segura como que hay otro mundo que desconocemos. Siempre recuerdo que Trashorras, el que vendió la dinamita y Zouhier, el que la pasó, eran confidentes de las fuerzas de seguridad, que ni se enteraron de la magnitud de quienes preparaban el 11M (192 muertos). Entonces, como ahora, la pregunta es ¿pero cómo pudo pasar? La respuesta no depende de un juez, sino de la decencia y la conciencia de quienes mandan y mandaron. Y por favor, no mezclen héroes y asesinos. Los héroes siempre son los que siguen otro lunes, sin sus hijos, sin sus amigos y sin explicación.