

EFE/Zipi Aragón
Leía el otro día -no recuerdo en qué medio, sinceramente- una columna interesante que hablaba sobre la trascendencia que el verano tiene en nuestras vidas. Es la época de los comienzos. Me atrevería a decir que todo cambio de rumbo tiene su origen entre julio y agosto. Un punto de inflexión que cada año parece tardar más en llegar y menos en irse. Una bocanada de nuevas ilusiones para poder soportar la otra mitad de año que queda por delante antes de que se sume un año más y todos pensemos que 2026 será un buen año.
A mí este verano no me ha pasado nada excepcional. De hecho, en mi galería del móvil tengo menos fotos que de costumbre a estas alturas del curso.
Tampoco es que sea yo muy fan de retratar todo lo que veo como parece que está de moda en los tiempos que corren, pero es cierto que otros veranos concluían con alguna que otra fotito digna de ser publicada en mis redes.
Este año nada, pero no me da ningún apuro, ya que he disfrutado con los míos de una primera parte de mis vacaciones que ya llega a su fin. Y también estuve en Teruel, que siempre es sinónimo de felicidad, y más cuando el motivo es festejar con sus gentes, que como dice mi colega Luis son tan peculiares como difíciles de seguir el ritmo.
Pero volviendo al hilo de lo que comentaba antes, voy a cerrar mi verano con nuevos propósitos en la lista para que cuando septiembre amenace con darnos de sopetón en los morros yo ya esté focalizado en otras cuestiones que al menos me ayuden a distraerme. Quiero leer más, hacer más deporte y tener una vida más sana.
Quizás sea muy ambicioso o quizás simplemente esté dándome cuenta de que el verano además de ser una época de inicios también lo es de excesos.
O quizás simplemente me haya dado cuenta de que se me acaban las vacaciones y por eso esta reflexión. Veremos en un par de meses por dónde van los tiros. Por ahora, vuelta a la rutina.
A mí este verano no me ha pasado nada excepcional. De hecho, en mi galería del móvil tengo menos fotos que de costumbre a estas alturas del curso.
Tampoco es que sea yo muy fan de retratar todo lo que veo como parece que está de moda en los tiempos que corren, pero es cierto que otros veranos concluían con alguna que otra fotito digna de ser publicada en mis redes.
Este año nada, pero no me da ningún apuro, ya que he disfrutado con los míos de una primera parte de mis vacaciones que ya llega a su fin. Y también estuve en Teruel, que siempre es sinónimo de felicidad, y más cuando el motivo es festejar con sus gentes, que como dice mi colega Luis son tan peculiares como difíciles de seguir el ritmo.
Pero volviendo al hilo de lo que comentaba antes, voy a cerrar mi verano con nuevos propósitos en la lista para que cuando septiembre amenace con darnos de sopetón en los morros yo ya esté focalizado en otras cuestiones que al menos me ayuden a distraerme. Quiero leer más, hacer más deporte y tener una vida más sana.
Quizás sea muy ambicioso o quizás simplemente esté dándome cuenta de que el verano además de ser una época de inicios también lo es de excesos.
O quizás simplemente me haya dado cuenta de que se me acaban las vacaciones y por eso esta reflexión. Veremos en un par de meses por dónde van los tiros. Por ahora, vuelta a la rutina.