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Secundarios Secundarios
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Javier Gascó
Siempre hemos pensado que la política era una película de protagonistas: líderes con apellido compuesto, discursos de tráiler y banda sonora épica. Pero, como en toda buena serie, el giro interesante llega cuando los secundarios empiezan a hablar. Y últimamente, vaya si hablan. Algunos, demasiado.

En la actualidad política nacional, los focos no los acaparan tanto los nombres de primera línea como ese reparto que parecía condenado a salir sólo en la letra pequeña. Miembros de la segunda fila del PSOE —que no salían en la foto pero sí en el WhatsApp— están protagonizando capítulos poco edificantes: presuntos casos de corrupción, comportamientos reprobables y abusos sexuales que obligan a preguntarse quién hacía el casting. No eran extras: eran secundarios con diálogo, despacho y agenda. En Aragón se rumorea un adelanto electoral, ese déjà vu democrático que ya casi pedimos con palomitas. Y aquí la metáfora cinematográfica encaja como un guante: los partidos que han pasado la legislatura haciendo de figurantes pueden acabar siendo decisivos. Teruel Existe, IU, PAR… nombres que hasta ahora entraban y salían del plano sin alterar la trama, podrían convertirse en el plano medio que decide el final.

Es curioso cómo la política se empeña en recordarnos que no hay papeles pequeños, sólo actores mal dirigidos. Los secundarios nacionales han demostrado que un mal comportamiento en la sombra puede dinamitar el guion entero. Y los secundarios autonómicos pueden comprobar que la paciencia, cuando no se confunde con irrelevancia, puede tener premio. O quizás no. Nolasco no consiguió lo que buscaba tras su reunión con Azcón y ahora puede verse impulsado al éxito o condenado al fracaso.

En Teruel, donde eso de las segundas filas y vivir fuera del foco es una costumbre, esta situación se mira con ironía y escepticismo. Quizá por eso sea más sencillo comprender que el poder no siempre lo tiene quien más grita, sino quien aparece en el momento justo. Si hay elecciones, atentos al reparto. Puede que el protagonista cambie o no. Pero el desenlace, como en las buenas historias, dependerá de esos secundarios que nadie esperaba.