Síguenos
‘Monstruos: la historia de Ed Gein’ ‘Monstruos: la historia de Ed Gein’

‘Monstruos: la historia de Ed Gein’

banner click 236 banner 236
José Baldó
De vez en cuando, Hollywood deja descansar a sus héroes y vuelve la vista a un mundo de tinieblas habitado por seres sórdidos y violentos. El guionista Ryan Murphy lleva años empeñado en trasladar a la pequeña pantalla algunos de los pasajes más siniestros de la historia reciente de Estados Unidos. No contento con abordar los casos de O.J. Simpson, Gianni Versace y el affaire Lewinsky en American Crime Story, Murphy se lanza al abismo y pone el foco en las vidas de los asesinos más (tristemente) célebres de los últimos tiempos. Así nace Monstruos, la serie antológica de Netflix que explora con éxito el lado oscuro del alma humana. Si las dos primeras temporadas se ocuparon de los casos de Jeffrey Dahmer y los hermanos Menéndez, ahora le llega el turno a Ed Gein, el serial killer cuyas horribles gestas están en el origen de clásicos del cine como Psicosis o El silencio de los corderos.

El asesino es la estrella

Durante los años 50, Wisconsin fue el escenario donde un joven tímido y apocado llamado Ed Gein dio rienda suelta a sus fantasías más perversas. Víctima de una niñez solitaria, su vida estuvo marcada por la presencia de una madre autoritaria y ultrarreligiosa que le obligó a mantenerse aislado del resto del pueblo. Tras su muerte, el protagonista pasó de ser un niño de mamá a convertirse en un monstruo sanguinario capaz de cometer los crímenes más atroces. Años después, cuando la policía y las autoridades irrumpieron en la granja de Gein, descubrieron un auténtico museo de los horrores lleno de cadáveres decapitados, restos de cuerpos hacinados por todas partes y una macabra colección de utensilios como lámparas, cuencos o cinturones confeccionados con restos humanos. 

Uno de los grandes aciertos de la serie es que tiende puentes entre el origen del personaje y su posterior transformación en un referente de la cultura popular americana. De Ilse Koch, la asesina nazi que inspiraría a Gein sus siniestras “manualidades” de piel y huesos, a la fascinación que su oscura personalidad ejerció en figuras como Alfred Hitchcock o el escritor Robert Bloch. Son relevantes las historias paralelas que surgen como afluentes del relato principal. Mientras acompañamos al carnicero de Plainfield en su sangrienta escalada, los continuos saltos en el tiempo nos conectan con la génesis de algunos títulos seminales del cine de terror. Norman Bates fue el primer discípulo de Gein en saltar a la gran pantalla.

La personalidad débil, la madre castrante y el escenario pesadillesco contribuyeron a que Psicosis se convirtiera en un fenómeno capaz de definir todo el cine de horror posterior y condicionar las carreras de sus responsables. Anthony Perkins no pudo escapar de la sombra de su personaje más famoso e, incluso, Hitchcock, en apariencia todopoderoso, quedó abrumado por el éxito de la película. El director inglés sabía que al público moderno ya no le asustaba Frankenstein o Drácula, necesitaban otro tipo de monstruo y este se encontraba en el interior del propio hombre.
 
La serie también se pasea por los rodajes de otras obras maestras como La matanza de Texas y El silencio de los corderos. Recrea algunas de sus escenas e, incluso, incorpora detalles de estas —el baile con la motosierra de Leatherface o la “transformación” de Buffalo Bill frente al espejo— en la historia principal de Gein.

Excesiva y granguiñolesca, esta nueva entrega de la saga Monstruos es capaz de lo mejor (la interpretación de Charlie Hunnam) y lo peor (el desfile final de psicópatas famosos es digno de una fiesta hortera de Halloween). Por mi parte, me quedo con la atmósfera de American Gothic, el ejercicio de metacine y el guiño final a Mindhunter, sin duda, la serie mejor parida de todo el catálogo de Netflix.