

“Después de pillar a tu propia madre traicionando a tu padre, descubres la naturaleza de las mujeres, especialmente la suya. No es una ama de casa corriente: está escondiendo un oscuro secreto que la persigue desde hace años. Ahora es tu turno para descubrirla, chantajearla, exponerla y reconstruir tu familia en tus propios términos. Poseerla. Tu objetivo es simple: no dejar ningún coño sin follar, porque eso es lo que todas quieren”.
Este párrafo tan sórdido no lo he escrito yo, es la descripción de un videojuego titulado No Mercy, un videojuego en el que el protagonista es un tipo cuyo objetivo es violar a todas las mujeres que pueda, incluida su madre. Un videojuego en el que la persona que juega es ese personaje al que se le anima a violar, un juego que sus desarrolladores presentan como un simulador de sexo no consentido en el que hay imágenes explícitas de violación, violencia e incesto. En Reino Unido, Canadá y Australia lo han retirado y en España pueden verse, en la plataforma de venta, la carátula y algunas de las imágenes, pero no puede adquirirse.
En esta misma plataforma, donde ya se han vendido unos cuantos, tranquilizan a los compradores explicándoles que aquellos que ya lo hayan adquirido no se les va a retirar la licencia. Pero, ¿no decían que la cultura de la violación no existe?
No se puede negar la conexión entre los discursos de odio y violencia sexual en entornos digitales y los delitos reales. Este tipo de videojuegos y contenidos hacen que se arraigue más la misoginia, hace que los hombres aprendan que pueden tratar así a las mujeres, hacen que los jóvenes aprendan y crean que es eso lo que tienen que hacer, que pueden tomar a una mujer aunque reciban un no por respuesta, es el lema del protagonista de esta atrocidad. Además puede tener consecuencias muy graves en la vida real, pues no es raro encontrar casos de hombres que violan y que encuentran en sus discursos de disculpa el reflejo de una cultura misógina aprendido en redes y videojuegos.
Desde hace un tiempo se está trabajando la manera de eliminar toda la violencia sexual que llega a través de los canales digitales: videojuegos, anuncios de prostitución que aparecen sin haberlos demandado, adultos que falsifican su identidad para engañar a menores, acosadores dentro de los chats de redes sociales, contenidos relacionados con la violencia sexual…
No dejo de preguntarme cómo es posible que se siga negando la existencia de la cultura de la violación después de casos como el de Giselle Pelicot; o el de las redes sociales con contenidos similares a los de ese caso, con miles de suscriptores; o el caso de este videojuego que, evidentemente, no está hecho únicamente por una persona. Todas las personas que han trabajado en la realización del mismo han dado su visto bueno, todas estas personas han sido este personaje y han jugado a violar. Sólo puede pasar en un contexto de cultura de la violación.
Miles de personas normales dicen: Claro, ya sabemos que es normal ser un machista con deseos de poseer a cualquier mujer, se ha demostrado en muchas noticias y en las denuncias que se registran cada día. Es más, es tan normal ser misógino, que este videojuego sólo se ha empezado a prohibir cuando han llegado las feminazis y sus colectivos a presionar para que lo retiren, a aguarles la fiesta a los consumidores que alegan que es sólo un juego y que las mujeres somos unas exageradas y unas brujas.
Existen muchos ejemplos que nos dan la razón y aun así nos la negarán, cuestionarán nuestros argumentos y dirán que somos unas exageradas. Admitamos que existe esta cultura de violación y, si eres hombre y quieres respetar a las mujeres, no la ignores cuando te la encuentres, combátela, porque de otro modo eres cómplice.
Este párrafo tan sórdido no lo he escrito yo, es la descripción de un videojuego titulado No Mercy, un videojuego en el que el protagonista es un tipo cuyo objetivo es violar a todas las mujeres que pueda, incluida su madre. Un videojuego en el que la persona que juega es ese personaje al que se le anima a violar, un juego que sus desarrolladores presentan como un simulador de sexo no consentido en el que hay imágenes explícitas de violación, violencia e incesto. En Reino Unido, Canadá y Australia lo han retirado y en España pueden verse, en la plataforma de venta, la carátula y algunas de las imágenes, pero no puede adquirirse.
En esta misma plataforma, donde ya se han vendido unos cuantos, tranquilizan a los compradores explicándoles que aquellos que ya lo hayan adquirido no se les va a retirar la licencia. Pero, ¿no decían que la cultura de la violación no existe?
No se puede negar la conexión entre los discursos de odio y violencia sexual en entornos digitales y los delitos reales. Este tipo de videojuegos y contenidos hacen que se arraigue más la misoginia, hace que los hombres aprendan que pueden tratar así a las mujeres, hacen que los jóvenes aprendan y crean que es eso lo que tienen que hacer, que pueden tomar a una mujer aunque reciban un no por respuesta, es el lema del protagonista de esta atrocidad. Además puede tener consecuencias muy graves en la vida real, pues no es raro encontrar casos de hombres que violan y que encuentran en sus discursos de disculpa el reflejo de una cultura misógina aprendido en redes y videojuegos.
Desde hace un tiempo se está trabajando la manera de eliminar toda la violencia sexual que llega a través de los canales digitales: videojuegos, anuncios de prostitución que aparecen sin haberlos demandado, adultos que falsifican su identidad para engañar a menores, acosadores dentro de los chats de redes sociales, contenidos relacionados con la violencia sexual…
No dejo de preguntarme cómo es posible que se siga negando la existencia de la cultura de la violación después de casos como el de Giselle Pelicot; o el de las redes sociales con contenidos similares a los de ese caso, con miles de suscriptores; o el caso de este videojuego que, evidentemente, no está hecho únicamente por una persona. Todas las personas que han trabajado en la realización del mismo han dado su visto bueno, todas estas personas han sido este personaje y han jugado a violar. Sólo puede pasar en un contexto de cultura de la violación.
Miles de personas normales dicen: Claro, ya sabemos que es normal ser un machista con deseos de poseer a cualquier mujer, se ha demostrado en muchas noticias y en las denuncias que se registran cada día. Es más, es tan normal ser misógino, que este videojuego sólo se ha empezado a prohibir cuando han llegado las feminazis y sus colectivos a presionar para que lo retiren, a aguarles la fiesta a los consumidores que alegan que es sólo un juego y que las mujeres somos unas exageradas y unas brujas.
Existen muchos ejemplos que nos dan la razón y aun así nos la negarán, cuestionarán nuestros argumentos y dirán que somos unas exageradas. Admitamos que existe esta cultura de violación y, si eres hombre y quieres respetar a las mujeres, no la ignores cuando te la encuentres, combátela, porque de otro modo eres cómplice.