

Para el aficionado al séptimo arte, sólo hay una cosa mejor que ver películas… hablar de ellas. Pasarse las horas desgranando los secretos de una cinta, analizando las razones de su éxito o su fracaso puede resultar un ejercicio apasionante si se cuenta con un buen cicerone a los mandos de la conversación. El divulgador cinematográfico Alejandro G. Calvo lo sabe y es precisamente su pasión desmedida por el cine la que lo ha convertido en una de las voces más importantes de la crítica en nuestro país. Sus reseñas y vídeos a través de la web Sensacine dan buena muestra del particular estilo de Calvo a la hora de acercarse al análisis fílmico. La inteligencia, la sencillez y su compromiso con las películas lo convierten en el compañero de butaca ideal; aquel que es capaz de trasladar su entusiasmo a un público entregado, deseoso de dejar aparcadas sus rutinas durante un par de horas por el módico precio de una entrada de cine. De ese modo, “idea tras idea, cristaliza ese pensamiento, esa emoción, esa alquimia que se produce en nuestro interior al ver una buena película. Una que nos toca de verdad. Una que hace que nuestra vida cambie unos milímetros de lugar”. Estas palabras corresponden al nuevo libro de Alejandro G. Calvo, ¿Por qué tengo que ver esta película?, un recorrido por la historia del cine donde el autor añade al ejercicio crítico el valor de la experiencia personal. Así, Calvo se sincera sobre sus dificultades para conciliar el trabajo y la familia, comparte con nosotros sus vacaciones mientras escribe sobre Furtivos de José Luis Borau, recuerda con nostalgia las fiestas de su pueblo y revela el auxilio de compañeros de escritura tan peliculeros como el jazz o la nicotina.
Hace un par de años -¡cómo pasa el tiempo!-, desde estas mismas páginas recomendábamos el primer libro de Alejandro G. Calvo, Una película para cada año de tu vida. En él, el periodista nos ofrecía una selección de films para disfrutar según el momento vital en el que nos encontráramos. Una guía de los cero a los cien años que glosa el alfa y omega que todo buen cinéfilo debería conocer, siempre con el sello ameno y emocional del que hace gala el autor. Ahora, bajo el desafiante título ¿Por qué tengo que ver esta película?, Calvo regresa a las librerías con un volumen especialmente diseñado para sobrevivir a un presente saturado por la gran cantidad de plataformas y estrenos cinematográficos semanales. Siguiendo la máxima “el cine es infinito, pero nuestro tiempo no”, el cronista selecciona un puñado de cintas que nos harán amar -todavía más- el genial invento de los hermanos Lumiere.
Distribuido en bloques, el libro se abre con la semblanza de un film denostado durante años, La puerta del cielo. El monumental western cuyo fracaso acabó con un estudio y casi puso fin a la prometedora carrera de su director, el oscarizado Michael Cimino. A partir de ahí, Calvo salta del cine hecho por mujeres -mención especial para el magnífico texto sobre Lost in Translation- a John Ford, habla de las “películas desesperadas” de Cassavetes y Almodóvar, reivindica Anora y a Sean Baker antes de ganar el Óscar, al cineasta experimental Val del Omar e, incluso, se atreve con perlas españolas como Pánico en el transiberiano o El extraño viaje.
Cuentan que el maestro de la crítica José Luis Guarner, poco antes de morir, pidió a su mujer que trasladara el televisor hasta los pies de su cama para ver Centauros del desierto por última vez. No se me ocurre una manera más satisfactoria de abandonar este mundo: rodeado de los seres queridos y disfrutando de una de las mejores películas de todos los tiempos. El cine, “ese invento del demonio” que declaró Antonio Machado es, sin duda, uno por el que vale la pena ir al infierno.