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El regreso de Marlowe El regreso de Marlowe

El regreso de Marlowe

José Baldó

 

 

 

 

 

 

 

 

En El largo adiós, tal vez la mejor de las novelas que Raymond Chandler dedicó al mítico Philip Marlowe, el protagonista decía de sí mismo: “Soy detective privado y tengo mi licencia desde hace bastante tiempo. Soy un tipo solitario, no estoy casado, estoy entrando en la edad madura y no soy rico. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de divorcios”. Marlowe es, junto al Sam Spade de Dashiel Hammett, el prototipo de investigador desencantado y cínico que se impuso en la narrativa hard boiled americana a partir de 1930; un antihéroe con conciencia social y un marcado sentido de la justicia que vaga por una ciudad amenazada por la corrupción y los crímenes violentos.

A pesar de que Chandler tuvo una relación tormentosa con el séptimo arte, su descontento con la industria no le impidió participar en algunas de las grandes obras maestras del cine. Guionista de Alfred Hitchcock y Billy Wilder en Extraños en un tren y Perdición, respectivamente, el autor de La dama del lago consiguió ver trasladadas a la gran pantalla buena parte de sus novelas, en especial, las dedicadas al sabueso Marlowe. Dick Powell, James Garner, Robert Mitchum o Elliot Gould fueron algunos de los actores que pusieron rostro al icónico detective; sin embargo, fue Humphrey Bogart quien consiguió instalarse en el imaginario colectivo como el perfecto héroe chandleriano. Su participación en El sueño eterno (1946), a las órdenes de Howard Hawks, dio como fruto una de las joyas del cine negro y la colaboración más destacada de Bogart con la que sería su mujer, la popular actriz Lauren Bacall.

Hace una semana aterrizaba en Amazon Prime la última de las incursiones del personaje en la gran pantalla. Tras un discreto paso por las salas de cine, Marlowe nos regala la posibilidad de ver al actor Liam Neeson en un rol alejado de los padres justicieros y vengativos que ocupan su filmografía más reciente. Esta nueva película adapta la novela La rubia de ojos negros, la apuesta de Benjamin Black (seudónimo del reputado escritor John Banville cuando firma novela negra) por continuar las aventuras del detective.

Puro cliché noir

Una rica y sofisticada mujer casada acude a Marlowe para que encuentre a su amante desaparecido. A partir de esa visita, el investigador se verá atrapado en una trama de corrupción que le llevará a enfrentarse a hombres poderosos relacionados con la industria de Hollywood.

Neeson no desmerece en el papel protagonista aunque su química con la femme fatale Diane Kruger se encuentra a años luz de la que tenían Bogart y Bacall. Se echan de menos las frases directas y afiladas como cuchillas de los films clásicos. El conjunto resulta frío y acartonado, la historia confusa y, al finalizar, el espectador se queda con la sensación de que la película ha sufrido lo indecible en la sala de montaje.

Hace unos años tuve la fortuna de conocer a Neil Jordan, director de la cinta y autor de otras como En compañía de lobos o Entrevista con el vampiro. El realizador irlandés visitaba nuestra ciudad con motivo del estreno de la ópera que el compositor Javier Navarrete había dedicado a Los Amantes de Teruel. Como admirador suyo, aproveché la ocasión para hacerme la foto de rigor y confesarle, en mi inglés de Muzzy, lo mucho que me gustaban sus películas. Tal vez sea por ello que, a pesar de sus defectos, no puedo evitar sentir cierto cariño por este intento frustrado de Jordan por reavivar las llamas del film noir.

Lejos quedan los logros de Chinatown, Fuego en el cuerpo o L.A. Confidential. Títulos recientes como La dalia negra, Vivir de noche o este último Marlowe pueden interpretarse como el canto del cisne del que posiblemente sea el más grande de los géneros cinematográficos.

Con lágrimas en los ojos, reconozco que el cine negro ha muerto… Larga vida al cine negro.