En uno de sus últimos poemas, Jorge Luis Borges escribe: “Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan”. El escritor argentino no solo era devoto del personaje creado por Conan Doyle, sino que admiraba el proceso de construcción de la narrativa policial, un artefacto literario bien engrasado capaz de hechizar a los lectores ávidos de enigmas, crímenes imposibles y debates intelectuales.
El inspector Endeavour Morse nace como heredero tardío de las habilidades deductivas de Holmes y las complejas intrigas de Agatha Christie. Su creador, el inglés Colin Dexter, ideó al personaje en 1975 para dar rienda suelta a su pasión por los populares whodunit repletos de pistas falsas y golpes de efecto. Cualquier aficionado al género sabe que, tarde o temprano, sus personajes favoritos acabarán siendo trasladados a la pantalla. Por supuesto, la creación de Dexter no fue la excepción y el inspector Morse tuvo su propio serial televisivo desde 1987 hasta el año 2000. Cuando todo parecía haber alcanzado su fin, este policía gruñón, aficionado a la ópera y amante de la cerveza regresaba a las pantallas, con el rostro de Shaun Evans, en una precuela que abordaba los primeros pasos del personaje como agente de la ley en el Oxford de la década de los 60.
La juventud de Morse
El pasado 28 de marzo aterrizaba en Filmin la novena y última temporada de Endeavour, la serie más exitosa en la historia de la plataforma. Un auténtico fenómeno televisivo que, alimentado
por el boca-oreja, ha conseguido crear a su alrededor una legión de fans que disfrutan con este retorno a las historias detectivescas de toda la vida. Estos tres nuevos capítulos vuelven a reunir al joven Morse con su superior, el flemático detective Fred Thursday (Roger Allam,) para enfrentarles a los últimos casos de su carrera juntos. El final de un viaje lleno de sorpresas que no dejarán indiferente a nadie; los cabos sueltos quedan bien atados, los protagonistas enfrentados a sus trágicos destinos y los espectadores boquiabiertos y con lágrimas en los ojos, sabedores de que la serie deja un vacío en sus vidas difícil de llenar.
A pesar de la truculencia de algunas de las investigaciones, aquí la sangre no nos salpica ni tampoco ofende la violencia gráfica y verbal. Su relato responde a la amabilidad y pulcritud de los clásicos británicos de la televisión durante los 90 minutos que dura cada capítulo; han leído bien, una hora y media que vale su peso en oro y que, les garantizo, disfrutarán sin apenas pestañear. En definitiva, Endeavour es un policial de los de antes, de esos que puedes recomendar a la suegra sin miedo a que te retire la palabra o te eche laxante en la paella de los domingos.
No es de extrañar que el personaje haya calado hondo en el imaginario popular e, incluso, haya seducido a académicos y escritores de la talla de Javier Marías. El autor de Berta Isla, admirador de las novelas de Dexter, reconocía que “lo importante es contemplar a estos personajes de carne y hueso, creíbles, nunca pueriles ni demenciados, deambulando por las calles de Oxford” y confesaba que “uno está a gusto en su compañía”.
Han pasado casi 40 años desde que Borges dedicase sus versos al detective de Baker Street, pero no se me ocurre un argumento mejor para recomendarles las aventuras de Morse. Al igual que ocurre con Holmes, pensar de tarde en tarde en Endeavour es una de las buenas costumbres que nos quedan, una que nadie debería dejar pasar.