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Hasta siempre, 'Sundance Kid' Hasta siempre, 'Sundance Kid'

Hasta siempre, 'Sundance Kid'

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José Baldó
Decir adiós a los héroes siempre resulta un trámite doloroso. En el funeral del director alemán Ernst Lubitsch, Billy Wilder —alumno aventajado del autor de Ninotchka— se lamentaba a otro colega, William Wyler, sobre la muerte del maestro: “se acabó Lubitsch”. Apenado, Wyler añadió: “peor aún. Se acabaron las películas de Lubitsch”. Con la desaparición la semana pasada de Robert Redford no sólo despedimos a uno de los actores más populares del Hollywood moderno, también nos acercamos sin remedio (y con tristeza) al final de una etapa irrepetible de la historia del cine. 

En 2008 fallecía Paul Newman. Junto a él, Redford formó una de las parejas artísticas más queridas por los aficionados al séptimo arte, y lo consiguieron con sólo dos películas. Su interpretación del forajido Sundance Kid en Dos hombres y un destino lo encumbró al estrellato, y su tiroteo final junto a Newman nos enseñó que las estrellas también pueden morir, pero es muchísimo mejor si lo hacen con un amigo al lado. Redford y Newman volverían a la carga cuatro años después con El golpe, también bajo las órdenes del director George Roy Hill. Esta popular historia de timadores y gánsteres, ambientada en el Chicago de los años 30, logró hacerse con siete premios de la Academia y es uno de esos títulos capaces de generar consenso: si encuentran a alguien al que no le guste, les pago una mariscada.  

Sin embargo, antes de todo esto, Redford ya había destacado en Broadway con la obra Descalzos en el parque (también protagonizaría su adaptación al cine junto a Jane Fonda) y se había atrevido a plantar cara al mismísimo Marlon Brando en La jauría humana

A partir de su encuentro con Paul Newman, la popularidad de Redford subió como la espuma. De aspirante a senador en El candidato a alcaide idealista y comprometido con el sistema penitenciario en Brubaker. Incluso, se dejó crecer la barba y se perdió en las montañas rocosas para dar vida al trampero Jeremiah Johnson y, de paso, ganarse la eternidad con uno de los memes más populares de internet.

Encontró un alma gemela en el director Sydney Pollack con el que trabajó hasta en seis ocasiones. De ahí surgieron éxitos como Los tres días del cóndor, Tal como éramos o la oscarizada Memorias de África, donde el bueno de Robert lavaba el pelo a una Meryl Streep con un insufrible acento danés; sin duda, una tarea mucho más peligrosa que cazar leones.  

Además de todo ello, Redford fue un tipo comprometido con el ecologismo y la política de su país, que tuvo la feliz ocurrencia de impulsar un festival de cine independiente —el de Sundance, en honor a su personaje más querido— donde explotarían talentos como los de Tarantino o Paul Thomas Anderson. Con el paso de los años, supo reinventarse y deshacerse del sambenito de rubio guaperas para colocarse al otro lado de las cámaras. Su debut como director, Gente corriente, arrasó en la ceremonia de los Óscar de 1980; un drama íntimo sobre el dolor de una familia que intenta seguir adelante tras la pérdida temprana de uno de sus miembros. A esta le seguirían otros filmes como Un lugar llamado Milagro, El río de la vida —con uno de los primeros papeles de Brad Pitt, tal vez su potencial heredero— o la imprescindible Quiz Show.

Redford muere a los 89 años, pero deja tras de sí un legado difícil de igualar. Pocos actores pueden presumir de haber rechazado ser Superman en su adaptación a la gran pantalla. A pesar de ello, la magia del cine le permitió encarnar al gran Gatsby, acabar con el presidente Nixon y pasar una noche con Demi Moore a cambio de una proposición indecente. Y todo en una sola vida. Kriptoniano o no, está claro que un talento así es de otro planeta.