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José Baldó

Gran Hermano nació con el vano propósito de cambiar la historia de la televisión. Por desgracia lo consiguió y, al mismo tiempo, condenó a las audiencias a un futuro negro de voyeurismo estéril. El 23 de abril de 2000 aterrizaba en nuestro país el popular reality. El supuesto experimento sociológico tuvo un éxito sin precedentes que cambió para siempre el modelo del prime time, encumbró a Telecinco como el canal de la telebasura y de paso, consiguió que el pobre George Orwell, responsable del gran hermano novelístico, se revolviera en su tumba.

En 1998 Peter Weir, director de clásicos como El club de los poetas muertos o Único testigo, había estrenado El show de Truman con gran éxito de crítica y público. La cinta protagonizada por Jim Carrey se había adelantado a la edad de oro de la telerrealidad con una fábula agridulce donde la vida de Truman (true man, el hombre verdadero) era emitida por televisión y seguida por millones de espectadores en todo el planeta.

Hoy pocos lo recuerdan, pero dos años antes, el director español Felipe Jiménez Luna presentaba el cortometraje Te lo mereces, una pequeña comedia protagonizada por Carlos Iglesias y Ramón Langa que guardaba un parecido argumental más que razonable con el film de Weir. No desvelo más, el corto está disponible en Youtube y no deberían pasarlo por alto.

El show de Ronald

Sin apenas publicidad, a principios de agosto se colaba entre la oferta de Amazon Prime una de las propuestas más originales de los últimos años. Cuando terminas los 8 capítulos que componen la serie Jury Duty, tienes la sensación de haber visto algo totalmente nuevo. Una mezcla de falso documental, reality  y comedia clásica de enredos. El punto de partida no puede ser más sencillo: Ronald Gladden es un tipo corriente que accede a participar en un documental sobre el funcionamiento de los jurados populares en Estados Unidos. Lo que desconoce es que todo es un montaje, las personas que le rodean en el tribunal son actores y él es el protagonista/víctima de este “show de Truman” judicial.

Desde el primer instante, Ronald se convierte en un auténtico héroe, un tipo corriente capaz de salir airoso de las situaciones más incómodas sin perder jamás la sonrisa. Su humanidad y su capacidad para mantener unido al grupo a pesar de los embates del juicio, logran conquistar el corazón del público. Sin duda, el bueno de Ronald ha venido para quedarse y, aunque no sea actor profesional, tiene suficiente carisma para enfrentarse a nuevos proyectos en el futuro.

Entre los miembros del jurado encontramos a James Marsden, rostro conocido de la gran pantalla en films como X-Men, Desencantada o Sonic. El popular actor interpreta aquí una versión exagerada de sí mismo, se ríe del divismo de las superestrellas y nos regala alguno de los mejores momentos de la serie. El elenco se completa con actores curtidos en la improvisación, capaces de ingeniárselas para crear diálogos de la nada y reacciones en base al comportamiento de Gladden.

Los creadores de Jury Duty, Gene Stupnitsky y Lee Eisenberg (Chicos buenos) ponen en evidencia a los programas de telerrealidad que todos tenemos en mente. A diferencia de estos, la serie en ningún momento pretende ridiculizar al personaje de Ronald, sino buscar la empatía del espectador y su complicidad durante el desarrollo del juicio.

A estas alturas, queda claro que el mundo necesita más producciones como Jury Duty y menos esperpentos como Gran Hermano… o lo que es lo mismo, más Ronald Gladden y menos Kiko Hernández.