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José Baldó

Hay una verdad absoluta en la que todos estaremos de acuerdo: las vacaciones nunca son suficientes. Ese oasis de tiempo libre en el que procrastinar y tumbarse a la bartola, sin obligaciones ni horarios marcados, donde eres tu propio jefe y puedes hacer lo que te dé la gana… padres, olviden esto último.

Lo han adivinado, vuelvo al trabajo y a la rutina, eso sí, soy un alumno aplicado y traigo los deberes hechos. Entre siestas, cervecitas, cenas pantagruélicas y maratonianas jornadas de playa, he recuperado algunas de las series y películas que habían escapado a mi radar durante el año. También he sucumbido al duelo entre Barbie y Oppenheimer, y he de confesar que he disfrutado de ambas. La película de Greta Gerwig sobre la popular muñeca de Mattel es una inteligente comedia a costa del patriarcado y los roles de género, y el nuevo film de Christopher Nolan, una obra maestra con vocación de clásico moderno que mantiene al espectador pegado a la butaca a pesar de su duración a prueba de vejigas. No obstante, si tengo que elegir entre las dos, huyo por la tangente y me quedo con Tom Cruise y su última entrega de la saga Misión Imposible. Una bomba de acción espectacular y adrenalínica que nos recuerda por qué la estrella de Top Gun sigue siendo el rey de la industria del entretenimiento.

La fe mueve montañas

Dejando a un lado los blockbusters veraniegos, el pasado 4 de julio Movistar + estrenaba (casi de tapadillo) la serie Poquita fe. Una comedia hilarante protagonizada por Raúl Cimas y Esperanza Pedreño que a través de doce capítulos, uno por cada mes del año, explora la vida diaria de un matrimonio acosado por la rutina y el aburrimiento. José Ramón y Berta son el ejemplo perfecto de existencia gris y pánfila, una pareja carente de ambición y desprovista de pasiones, que pasan por el mundo sin apenas dejar huella. Las miserias de su vida cotidiana enfrentan al espectador a situaciones absurdas y caóticas que, en ocasiones, no se alejan tanto de la propia realidad. El acierto de la serie está en afrontar el conflicto de manera que la risa sea la única válvula de escape para sobrellevar la tragedia de los personajes.

Los creadores de la serie, Pepón Montero y Juan Maidagán, ya habían demostrado su enorme talento para la comedia en la mítica Camera Café y en Justo antes de Cristo, otra producción de Movistar + que lograba conjugar los gags visuales de Astérix con la ironía de los Monty Python y la retranca de nuestro admirado Luis García Berlanga. En Poquita fe, sus responsables pulen sus guiones hasta el tuétano, ajustan al máximo la duración de los capítulos, todos por debajo de los 20 minutos, y obtienen como resultado una rara avis dentro de la ficción española, una serie deudora tanto del esperpento valleinclanesco como del más desprejuiciado humor chanante.

Junto a unos magníficos Cimas y Pedreño nos encontramos con un plantel de secundarios en estado de gracia. A rostros clásicos de nuestro cine como Marta Fernández Muro, María Jesús Hoyos y  Juan Lombardero se suma la presencia de actores populares de la televisión reciente como José Manuel Poga (el malvado Gandía en La casa de papel) o Chani Martín (Historias lamentables), una suerte de López Vázquez redivivo capaz de robarle la merienda a la pareja protagonista y dejar al público pidiendo a gritos una serie para él solo.

Poquita fe de Montero y Maidagán toma su título de un bolero de Los Panchos y, si me permiten el chiste fácil, viendo el buen resultado de la primera temporada, tengo claro que… si ellos me dicen ven, lo dejo todo.