

Esta semana me han llegado varias noticias que me han llevado a pensar en cómo el ser humano que consigue un cierto nivel de poder se cree por encima del bien y del mal. A veces, hay personas que no necesitan demasiado poder, sólo un cargo que les coloque por encima de algunos a los que ve todos los días les es suficiente para creerse con más derechos que el resto de los mortales. Si pensáis un poco en esto, encontraréis mil ejemplos, desde la presidenta de tu comunidad de vecinos a la de la comunidad de Madrid; de tu jefe, al diputado de turno y al que se sienta a su lado; del guardia de seguridad que no pudo ser policía hasta el que sí que llegó a policía municipal pero se cree agente secreto del FBI.
Y da igual de dónde sean o de dónde vengan, este tipo de personas nos las encontramos cada día y puede que en algún momento de nuestras vidas tengamos que soportar su soberana tontería o tal vez nos pase como al joven protagonista de hoy, que una de estas personas le ha robado la vida.
El joven también era ladrón, pero no de vidas, era ladrón de poca monta; supongo que carteras, teléfonos y en esta ocasión un reloj. Supongo que el reloj sería un reloj inteligente, más inteligente incluso que su portador, supongo que era un reloj de última generación de esos que cuestan un sueldo y te miden de todo menos el nivel de cuándo te estás pasando de la raya. El joven ladrón quemó de golpe todas sus noches en calabozos al tener la desafortunada ocurrencia de ir a robarle a un policía municipal que estaba fuera de servicio. Este señor paseaba con otro compañero y les sorprendieron dos personas que quisieron robarles. Los agentes, en ese momento, no tenían las mismas facultades que uno en servicio activo, pero persiguieron a uno de los ladrones y lo consiguieron alcanzar e inmovilizar en el suelo. Uno de estos agentes quiso retener al ladrón con la técnica del mataleón. Para quien no sepa en qué consiste esta maniobra es una llave de yiu-yitsu que se basa en la estrangulación de una persona para dejarla inconsciente, se ejerce presión rodeando el cuello con el brazo cortando así el flujo sanguíneo de las dos carótidas impidiendo que llegue la sangre al cerebro y la persona queda inconsciente en cuestión de segundos, sólo entre cinco y nueve segundos bastan.
Si te atreves a realizar esta técnica es porque conoces de su existencia, poco me ha costado saber lo básico y, desde luego, si sabes lo básico también sabes que es peligroso hacerla pues puede causar no solo el desfallecimiento, sino daños cerebrales irreversibles e incluso la muerte. Siendo un agente de la ley, supongo que estas cosas deben saberse, Las personas que velan por nuestra seguridad sabrán cómo pueden retener a un delincuente sin matarlo, porque entiendo que si no lo saben no les dan la placa… o no deberían dársela. He visto el vídeo grabado por los vecinos que desde su ventana vieron cómo este agente mataba al ladrón, no estuvo cinco segundos, ni nueve, apretando el cuello de esa persona que yacía en el suelo sin moverse; en el vídeo, que empieza cuando ya la maniobra está en proceso, dura más de treinta segundos. De fondo se oye a mucha gente gritando: ¡Llama a la policía! ¡Que alguien llame a la policía!
El ladrón habrá robado muchos móviles, carteras y relojes, pero nadie puede imponer la justicia por su cuenta y menos si esta imposición implica la muerte. Si este tipo de personas llegan a un puesto en el que se supone que nos tienen que proteger, se necesita una revisión de los psicotécnicos a los cuerpos de seguridad del estado.
¿Alegará ir ebrio? El muerto a lo mejor también habría dicho lo mismo, pero ya no puede decir nada.