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May Serrano

Ayer me contó una amiga que estaba dando un paseo por el monte con su hermana y su perra. La pobre perrita tiene tanto miedo cuando sale a la calle que necesita correr por espacios grandes donde no haya nadie para no sentirse en peligro.

Me cuenta que eran cerca de las 8 de la mañana, así que pensaron que la probabillidad de encontrarse con alguien era más bien del cero por ciento. Yo pensé que mi amiga estaba loca por levantarse a esas horas para ir al monte, pero pedí una caña y no le dije nada.

Me cuenta que se estaban alejando del camino cuando, la mala suerte, quiso que dos señores pasaran corriendo en un entrenamiento matutino. La perra fue directa a ellos ladrando como loca y enseñando los dientes.

Desde el otro lado uno de los señores empezó a gritar e insultarlas. Mi amiga imitó al señor con movimientos bruscos, levantando la voz y con palabrotas que yo pensaba que ya no utilizaba nadie pero le dí un trago a la caña y no dije nada y ella seguía con la azaña:

“Yo le dije “tranquilito”, con un tono nada tranquilizador”-confiesa- y él amenazó con matar al perro, ¡¡Matar al perro!! llamar a la policia... en fin, muy desagradable para ser las 8 de la mañana.

Cogieron a la perra, tarea nada fácil, porque estaba asustada y corre como el demonio de tasmania, y cambiaron de escenario

Cuando me describió los movimientos de este señor reaccionando ante la perra ladrando cerca, lo entendí todo. Se había asustado.

“Amiga, este señor se ha asustado”.

Pasó miedo. A mí tambiénme hubiera dado pánico si veo venir un perro ladrando y enseñandome los dientes.

¿Habría reaccionado insultado y amenanzando con matar al perro? Pues no lo sé. Esa es la verdad, porque nadie sabemos cómo vamos a reaccionar ante el miedo.

El miedo es libre. Viene y va cómo le da la gana y muchas veces nos pilla por sorpresa. Hay miedos conocidos, que tenemos más o menos controlados y ya sabemos que tenemos que evitar esas situaciones. Por ejemplo, yo le tengo miedo a las películas de terror y nunca me pillaran viendo una.

Hay miedos que te invitan a crecer, a mí me da miedo nadar en el pantano y tengo un plan para superarlo este verano.

Y hay miedos que te pillan por banda y no sabes cómo manejarlos... como le pasó al señor que corria ayer.

“Si hubiera gritado: “me dan miedo los perros” en vez insultarnos y amenazarnos la situación hubiera sido diferente”- me dice mi amiga- Es más, ¡fue diferente!, 20 minutos más tarde nos cruzamos con otro señor que ante los ladridos se paró, la miró enternecido y consiguió que la perra se fuera en otra dirección sin decir ni una sola palabra”

Ya, le digo a mi amiga,  es que a veces el problema está en que no sabemos identificar lo que sentimos.

No sabemos ponerle nombre y nos equivocamos. El miedo y el enfado son muy fáciles de confundir. Ante la sensación de sentirnos amenazadas es probable que reaccionemos con violencia, ¡es cuestión de supervivencia! El cerebro reptiliano se pone en alerta y piensa que vas a ser la merienda del león! En este caso la violencia te puede salvar la vida...

Ahora bien, si nuestro instinto primario tiene miedo podemos tirar de la otra parte del cerebro más evolucionada que nos dirá cual es realmente la situación y si estoy en peligro de muerte o no.

También se me ocurre que, si nos damos cuenta de que la otra persona está poseida por el miedo sin razón aparente lo que podemos hacer es contener, no ponernos a la defensiva, escuchar, recoger el chaparrón... saber que lo que está hablando es el miedo y no esa persona.

Dice mi amiga que ella tampoco se dió cuenta que lo que tenía el señor era miedo, que simplemente le pareció un imbecil pero que ahora lo entiende y si vuelve a pasar estará más atenta y gritará “Tranquilo, tranquilo, ya la atamos” y así todo el mundo contento.

Y también me dice mi amiga que a veces le da miedo contarme cosas porque me salgo con estos discursos que le desconciertan porque ella hubiera preferido que las dos nos pusieramos a insultar a esos tipos que corrian amenazando por el camino y que le he cortado el rollo total...