Síguenos
May Serrano

Érase una vez un señor sin bigote que cerro los ojos y bajo la cabeza, alargó la mano, en la que llevaba una papeleta blanca, y la metió en la urna.

Salió de un edificio de ladrillo situado en el centro de su ciudad y se fue al bar donde le esperaban sus amigotes.

El señor sin bigote, con pantalones azules de pinzas y una camisa recién planchada se pidió una caña y apoyó el codo en la barra.

La enorme televisión presidía desde la pared del fondo y aunque no tenía sonido se adivinaba lo que la reportera decía: “La participación este año está siendo más baja que en otras ocasiones a estas horas, blablabla”

El señor sin bigote, con la camisa recién planchada, bebe el primer trago de la caña, hubiera preferido pedir una fanta porque hoy tiene un sabor amargo en la boca que no sabe muy bien de donde le viene (desayunar ha desayunado lo mismo que todos los santos días) pero es que él no es mucho de fantas, normalmente pide caña y pedir ahora una fanta sería mucho lio.

A él le gusta mucho mantener sus rutinas. Suena el despertador a las 7,15. Lo apaga y deja que vuelva a sonar a las 7,17. Lo apaga y se levanta tan rápido como su cuerpo se lo permite. Va al baño y mea desde lo más alto. A él le gusta mucho el sonido del chorro de pis cayendo en el inodoro. Se lava las manos 3 veces con la pastilla de jabón Heno de Pravia, normalmente en la segunda lavada, mientras frota bien entre los dedos le viene a la mente la voz de su madre “quiero ver esas manos más que limpias ¡relucientes!”.

Va a la cocina y sobre la encimera abre la tapa de la cafetera italiana para comprobar si queda café del día anterior.

Hoy no queda, toca hacer café nuevo.

Este pequeño detalle le alegra el día. Le encanta el café recién hecho, el olor que desprende justo cuando termina de salir, el sonido del borboteo, mmm ¡un placer! Claro que esto no puede suceder todos los días.

La cafetera es grande y da para 3 mañanas seguidas. Podría comprar una más pequeña, pero eso sería mucho lio...

Primero que tendría que ir hasta una tienda que vendan cafeteras italianas pequeñas ¿Dónde? ¿Una ferretería? ¿Un súper? ¿Una tienda de electrodomésticos? Mucho lio...

Imagina por un momento que puede comprar la cafetera más pequeña, de una taza y así disfrutar todos los días de este delicioso momento de escuchar el café saliendo y oler el aroma al mismo tiempo. Eso significaría que todos los días tendría que hacer café.

Mucho lio! ¡Multiplica el trabajo por mil!

Segundo tendría que lavar la cafetera ¡sin pasarse! que si no se echan a perder. Es que podría pasarse sin darse cuenta, malograr la cafetera y vuelta al principio, tener que elegir entre usar la vieja que sale café para tres días o por el contrario ir a la tienda que proceda y comprar de nuevo una italiana pequeña, de una taza. ¡Mucho lio!

Luego, coger el bote del armario de la derecha, el que está pegado a la pared, bajarlo, abrirlo y poner suficiente café en el filtro pero ¡sin pasarse! Tendría que averiguar qué cantidad exacta de café poner para que le saliera con la intensidad que a él le gusta. Descubrirlo podría llevarle semanas o ¡peor aun! no dar nunca con la cantidad exacta ¡mucho lio!

Por último, seguramente el café saldría demasiado rápido y no le daría tiempo a hacer la cama como con la cafetera grande. ¿Cómo saber cuanto tiempo esperar? ¿Qué hacer mientras espera? Mucho lio...

Definitivamente es mejor seguir utilizando esta cafetera aunque me prive del placer de tomar café recién hecho cada mañana que arriesgarme a la tremenda locura de probar algo nuevo.