

“Joan, estoy agobiada. La niña me ha pedido un contorno de ojos con retinol y un peeling enzimático coreano. ¡Si tiene 13 años y lo más fuerte que ha probado es el gel de baño que usamos en casa!” Así empezó mi amiga Clara una conversación que terminó con una búsqueda de ingredientes imposibles en Google y una profunda reflexión sobre el poder de las redes sociales.
Porque sí, estamos viviendo una era dorada del skincare, y eso en sí no es malo. Lo preocupante es que muchas adolescentes, aún sin espinillas, sin arrugas y con una piel que produce más colágeno que una fábrica de gelatina, están empezando rutinas que parecen sacadas de un laboratorio de dermatología avanzada. Y todo porque lo han visto en TikTok, Instagram o en alguna influencer con más productos que un stand de farmacia.
La piel adolescente no necesita un batallón de activos. No hace falta empezar con ácidos, ni con contornos que prometen rejuvenecer diez años (que en este caso, las dejaría en edad prenatal). Lo básico, bien hecho, funciona. Y sobre todo, protege.
¿Por qué simplificar es importante? Primero, porque la piel en la adolescencia ya está bastante revolucionada con las hormonas como para encima añadirle capas y capas de ingredientes irritantes. Segundo, porque muchos de los productos de moda no están formulados para pieles jóvenes, sino para tratar signos de envejecimiento o afecciones específicas. Y tercero, porque crear una rutina de cuidado no debería parecer un examen de química orgánica.
Así que, si tienes una adolescente cerca (o si eres una), aquí van unos consejos prácticos y sensatos para iniciarse en el mundo del cuidado facial sin acabar con la piel pidiendo auxilio:
1. Limpieza suave pero efectiva. Nada de jabones abrasivos ni toallitas secas como papel de lija. Un gel limpiador para piel normal, mixta o grasa (según el caso), una vez por la mañana y otra por la noche. Punto. Que no te vendan que necesitas una doble limpieza con aceite de camelia prensado por monjes tibetanos.
2. Hidratante ligera. Algo simple, sin mil promesas ni 27 activos. Busca cremas sin perfumes, no comedogénicas (es decir, que no obstruyen los poros) y adaptadas al tipo de piel. A esa edad, la hidratación no debe parecer mantequilla fundida.
3. Protección solar. Este sí que es el ingrediente mágico. Si tu hija quiere antiedad, que sepa que el mejor producto antiarrugas es un buen fotoprotector. SPF 50 todos los días. Y no, no vale decir pero si no hace sol.
4. Nada de ácidos sin sentido. Ni AHA, ni BHA, ni retinoles. A no ser que lo indique un dermatólogo, no tiene sentido. No hace falta quitar capas de piel si ni siquiera están dañadas.
5. No seguir a todo lo que brilla en redes. Esto es lo más difícil. Las adolescentes son muy influenciables (y los adultos también, que conste). Pero una rutina no debe construirse con lo que dice una influencer que vive en Los Ángeles y tiene 17 filtros puestos. Cada piel es distinta y, sobre todo, joven.
Y si el acné aparece (que suele aparecer), lo mejor es consultar. No con la típica amiga que pasó por lo mismo y a ella se le fue con un tratamiento casero, sino con un profesional. Hay tratamientos específicos, adaptados y que no empeoran la piel ni crean más problemas de los que resuelven.
En resumen, el skincare adolescente no debería parecer una ceremonia coreana de 10 pasos ni una sesión de alquimia. Lo básico funciona, lo sensato protege y lo excesivo, muchas veces, irrita. Y como diría Clara, “con que se lave la cara y se ponga protector solar, ya me doy por contenta”.
Y tiene razón. Porque en esto del cuidado facial, como en la vida, a veces menos es más… sobre todo si tienes 13 años y una piel que lo único que necesita es que la dejen en paz.