

Lo contó una madre: “Ustedes están hablando mucho de prevención, pero cuando acudes a Urgencias porque tu hijo se ha intentado suicidar, y te mandan a casa, sientes mucha impotencia”. Era el turno de preguntas y, esta vez, no había respuesta. Aunque lo que más se echan en falta son medios y profesionales. Ni siquiera, la otra gran pregunta, ¿por qué se suicida un adolescente?, tiene una respuesta clara y rotunda. El curso 2022/23, 606 adolescentes intentaron quitarse la vida en Aragón.
En estos casos, no importan tanto los números, como que sea tu hijo. Aun así, los números nos cuentan lo que no vemos, aunque esté delante. Uno de cada cinco adolescentes ha tomado pastillas para la ansiedad o el insomnio. El 15% se sienten solos a menudo. Y las cifras de estrés se doblan: un tercio de los adolescentes se sienten ya infelices y estresados en clase. Pueden pensar que es una exageración o empezar a reconocer, como cuentan los orientadores, que hay casos de abusos en todos los colegios. La diferencia es sólo que el colegio y los padres, incluso los orientadores, miren para otro lado, o no.
Hay una frase que me retumba: la palabra suicidio no mata, mata el silencio. Una frase donde nos podemos mirar decenas de periodistas que leímos en los libros de estilo que no se debe informar de los suicidios, por el efecto llamada. Quizá deberíamos reformularlo: informar de una manera anecdótica, superficial y fijándonos en el caso y no en el problema, ése es el error.
Para los que creemos en las palabras, siempre pensamos que ayudan. Nombrar suele ser aprender. Saber que también hay factores protectores: la familia, los amigos y la pertenencia. Reconocer que nuestro mayor fracaso es no asumir el fracaso. Y que los problemas empiezan porque no escuchamos. “Que alguien me pregunte, ¿Por qué estoy como estoy? Y ¿qué me pasa hoy?” canta Cuarteto de Nos. Y ya lo siento, pero, a veces, es mejor dejar preguntas que evidencias, porque la solución empieza por nosotros.
En estos casos, no importan tanto los números, como que sea tu hijo. Aun así, los números nos cuentan lo que no vemos, aunque esté delante. Uno de cada cinco adolescentes ha tomado pastillas para la ansiedad o el insomnio. El 15% se sienten solos a menudo. Y las cifras de estrés se doblan: un tercio de los adolescentes se sienten ya infelices y estresados en clase. Pueden pensar que es una exageración o empezar a reconocer, como cuentan los orientadores, que hay casos de abusos en todos los colegios. La diferencia es sólo que el colegio y los padres, incluso los orientadores, miren para otro lado, o no.
Hay una frase que me retumba: la palabra suicidio no mata, mata el silencio. Una frase donde nos podemos mirar decenas de periodistas que leímos en los libros de estilo que no se debe informar de los suicidios, por el efecto llamada. Quizá deberíamos reformularlo: informar de una manera anecdótica, superficial y fijándonos en el caso y no en el problema, ése es el error.
Para los que creemos en las palabras, siempre pensamos que ayudan. Nombrar suele ser aprender. Saber que también hay factores protectores: la familia, los amigos y la pertenencia. Reconocer que nuestro mayor fracaso es no asumir el fracaso. Y que los problemas empiezan porque no escuchamos. “Que alguien me pregunte, ¿Por qué estoy como estoy? Y ¿qué me pasa hoy?” canta Cuarteto de Nos. Y ya lo siento, pero, a veces, es mejor dejar preguntas que evidencias, porque la solución empieza por nosotros.