

Un nuevo cine con Martín Patino sin despegue final
‘Nueve cartas a Berta’ (1965). Un joven entre dos mundos y mil contradiccionesReflejar las dudas de la juventud es una tarea de gran calado, lo es en la actualidad y lo fue en épocas pretéritas, en este caso los sesenta, dudas, inseguridades y esa administración de la autoestima que se lleva entre mal y muy mal. Esta película ha sido considerada como un serio intento de modernidad en el cine español, incluso algunos críticos se atreven a decir que pudo ser el inicio de nuestra propia Nouvelle Vague, me parece exagerado y en todo caso habría que verse de nuevo Muerte de un ciclista de Barden para afirmar semejante cosa.
La película comienza citando a Machado y su poema españolito dentro de sus maravillosos proverbios y cantares, “Esta es la historia de un español que quiere vivir, y a vivir empieza” y tiene a Lorenzo como protagonista, papel que interpreta un jovencísimo Emilio Gutiérrez Cava el papel de Mari Teres, la novia formal de Lorenzo en Salamanca lo interpreta una jovencísima Elsa Baeza.
Una estancia en Londres
El joven ha pasado una temporada en Londres, ha conocido a Berta, se ha enamorado, telegráficamente este sería el pilar angular de la historia, peor es cierto que Martín Patino nos hace un juego de reflejos y de gestos que atrapan al espectador, que dan fuerza a la historia y que convierte a la película en un espejo certero de la España del momento, en la encrucijada de los sesenta sin ventanales claros pero sin retornos no deseados.
El regreso del protagonista a España es una constatación de que el país sigue donde estaba, pero es la mirada lo que ha cambiado, Lorenzo ve las cosas bajo el prisma de Berta, ejercicios de imaginación de cómo le contaría las cosas, como sería la reacción de su amada, y sobre todo la interrelación de ese paisaje con ella.
El doctor Andrés García de la Riva, autor de una brillante tesis doctoral sobre la obra cinematográfica de Basilio Martín Patino, considera Nueve cartas a Berta, una película de alto nivel generacional, debido a que le salmantino opta por buscar nuevas vías en lo narrativo y también en los elementos más formales. De lo que no hay duda es en la perseverancia de hacer un nuevo cine español, en ese recorrido Basilio Martín Patino seguirá experimentado. Con todo, la película tiene en las cartas y en el rumbo de su protagonista un sólido desarrollo narrativo.
Cartas y Mari Tere
El caso es que Lorenzo tiene en España su familia y también su novia, una chica de las de toda la vida, de ahí las dudas, la encrucijada en suma en la que el joven salmantino se encuentra, en la primera carta le manifiesta su alegría por poder comunicarse sin restricciones diciendo lo que piensa, se queja el joven de la obstinación de su familia comparando todo, y a la par después de confesar que le gustaría abrazarla, se besa con sus novia local.
En las siguientes cartas, el joven Lorenzo muestra sus miedos, sus contradicciones, expresa su amor, ante una Berta ausente, es cierto que la ausencia de Berta en la pantalla llena probablemente más que si el personaje fuera real encarnado por una actriz. Lorenzo en sus cartas y en las fotografías de Salamanca, retrata –como lo hace Martín Patino en la película- una España a mitad de hacer, la de los buenos principios y las tangibles virtudes, la España que en provincias atrapa, y no da sustento mental; en las cartas Lorenzo narra su yo atormentado, el anhelo que en su mente le ha producido Berta y su prisión, esa que no es otra que la ciudad donde la observancia de los principios se ha indispensable.

En suma la frontera entre lo real y lo irreal, hay dos elementos destacables, por un lado la importancia que Martín Patino da a la mirada de la cámara, como la imagen es atrapada en planos de angustia y desesperanza, como se retrata la prisión que es el país para una generación en la que también está el director, y sobre todo como la contradicción atrapa el pensamiento de esa juventud. Destacable es también la interpretación de Mari Carrillo, en el papel de madre de Lorenzo, una interpretación que cumple con creces las expectativas de Martín Patino.
La realización técnica de la película también merece nuestra atención, por un lado cuenta Martín Patino con Ricardo Muñoz Suay como ayudante de dirección, probablemente una de las personalidades del cine español, colaborador de Berlanga y Buñuel y con amplia experiencia en este campo y en la producción cinematográfica, otra figura destacada es la del compositor vasco Carmelo Bernaola que realiza la banda sonora de la película con algunas pinceladas del músico Gerardo Gombau, el vestuario corrió a cargo de Maruja Fernández; la película se estrenó en 1965 y supone el primer intento serio desde dentro de una nuevo cine de vanguardia.
Basilio
Es probablemente uno de los directores a los que la censura rastreó con más intensidad, el salmantino quiso hacer cine tal como entendía que debía mirar la cámara, de miradas personales y censura es un claro ejemplo Queridísimos Verdugos de 1973, una cinta rodada clandestinamente y que no pudo ser vista en España hasta el año 1978, igual de tajante fue Manuel Fraga siendo ministro con Martín Patino al que Televisión española le había encargado en 1967 Rinconete y Cortadillo y que contaba con la participación del profesor Agustín García Calvo al que le régimen le había retirado la cátedra, cuando se supo de tal participación Fraga ordenó la retirada de la serie.
Siendo estudiante de Filosofía y letras en la Universidad de Salamanca, creó las jornadas Conversaciones cinematográficas nacionales, allí estuvieron gente como Juan Antonio Barden, Berlanga, Saura o Saénz de Heredia, luego vendría el cineclub libre, pero además en la carrera de Basilio Martín Patino, no hay que olvidar que se cruzan personas de un cine avanzado, como es ya referido Ricardo Muñoz Suay, todo esto construye el espíritu avanzado y vanguardista de el directos salmantino, sus canciones para después de una guerra para otro día.