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Una chispa basta Una chispa basta
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José Iribas S. Boado

La palabra fósforo viene del griego y significa “portador de luz”. Bonito, ¿verdad?

Una simple cerilla es capaz de iluminar, de dar calor, incluso -en el peor de los casos- de desencadenar un incendio. Tremendo. Lo leí hace tiempo: se necesita solo un árbol para fabricar un millón de cerillas, y basta una de ellas para quemar un millón de árboles.

Pienso a menudo que nuestras palabras, gestos o escritos son algo así: pequeñas cerillas. Aparentemente insignificantes, pero con un poder que nunca sabemos hasta dónde puede llegar.

Hace poco publiqué un texto sencillo, sin pretensión alguna, invitando a poner buena cara al mal tiempo. Nada más. A los pocos días recibí un mensaje privado de un joven -lo llamaremos Javier- que me dejó helado. Acababa de someterse a una revisión médica rutinaria y le habían detectado un tumor. “No parece muy grave -me decía-, pero estoy con pruebas. Gracias por publicar la entrada: parecía escrita para mí. Y, si eres hombre de fe, te pido que reces por que vaya bien”.

Mi respuesta fue inmediata: lógicamente, palabras de ánimo, apoyo y la promesa de oraciones. Pero la realidad es que quien me dio luz fue él. Porque con su mensaje me recordó lo frágiles que somos y lo importante que es no callar nunca aquello que puede alentar, animar, al otro. Lo que uno da, aunque sea poco, siempre vuelve multiplicado.

No es la primera vez que me sucede algo parecido. Una profesora me contó que lee algunos de mis artículos (lo que hacen las redes sociales) en claustros de profesores; otra madre, que los lee en voz alta a sus hijos; un padre de familia numerosa, que imprime uno y lo coloca en la cocina. Confieso que estas cosas me conmueven. Porque al final la chispa que uno enciende con esfuerzo mínimo -unas palabras al teclado, un rato de reflexión- puede acabar generando una hoguera de esperanza en sitios insospechados. Por eso escribo en diversos medios.

Quizás tú también hayas experimentado lo mismo: una frase de aliento, un gesto oportuno, una mirada que llega a tiempo. Esas pequeñas cerillas pueden parecer nada, pero para alguien son todo: luz, calor...

En CampusHome lo aprendemos día a día con nuestros universitarios: acompañar es, muchas veces, estar ahí con un fósforo a punto de encender. No para deslumbrar, sino para alumbrar. No para incendiar, sino para calentar. Ese es el valor de dedicar tiempo, escucha y afecto.

Concluyo con tres citas que hoy regalo a Javier, y a cualquiera que necesite coraje: Churchill decía que “el valor es la primera de las cualidades humanas porque garantiza todas las demás”. Matsushita, fundador de Panasonic, recordaba que “las fases más duras de la vida pueden alimentar nuestros objetivos más nobles”. Y Cela, con su lacónica contundencia: “El que resiste, vence”.

A veces basta una chispa para calentar o alumbrar un hogar entero. O para devolver la esperanza. No lo olvidemos. Demos luz, calor… y color.