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Miguel Rivera

Poco a poco se va acercando el día de la despedida. Esta semana, justo antes de la Vaquilla, y tras casi nueve años, mi familia y yo nos marchamos definitivamente de la ciudad. Están siendo unos días difíciles, con muchas despedidas y aún más lágrimas, señal de que hay mucha gente querida a la que decir adiós. O hasta pronto, nunca se sabe.

Hay una película francesa divertidísima, llamada Bienvenidos al Norte, en la que un funcionario de Correos es destinado al norte del país, donde todos los estereotipos dicen que hace mal tiempo y la vida es aburrida. Sin embargo, al llegar allí, el protagonista encuentra un lugar idílico, donde la gente es amabilísima y la vida muy tranquila. La cinta tuvo un gran éxito en Francia y Bélgica, tanto es así, que se hizo una adaptación en Italia llamada Bienvenidos al Sur, parodiando los clichés y prejuicios que tienen los ciudadanos del norte respecto a los del sur del país transalpino. Ambas son divertidísimas, y contienen una frase que, adaptada, me dijo un buen amigo en los primeros años que pasé en la ciudad: "A Teruel se viene llorando y de Teruel te vas llorando".

No he borrado esa idea de mi cabeza en estos nueve años y especialmente en estos últimos meses, a medida que la fecha definitiva del adiós se iba aproximando. Les recomiendo vivamente ambas películas, porque pasarán un rato muy divertido y agradable con ellas, además de ayudarles a conocer las particularidades regionales de los dos países.

Les decía que estos días están siendo de muchas lágrimas. Estamos intentando ver a mucha gente que ha sido importante en nuestras vidas en los últimos nueve años. Desde el primer día en que llegamos a la ciudad, allá por agosto de 2014, nos sentimos acogidos con los brazos abiertos, con todo lo que esa frase significa.

A continuación, les voy a contar una anécdota que lo ilustra a la perfección. En diciembre de 2020, tras volver del viaje a Almería para la última jornada de liga de ese año, empecé a encontrarme mal: me había contagiado de covid. Toda mi familia estaba ya en Madrid, adonde me dirigiría yo al día siguiente para pasar las vacaciones de navidad con ellos. Por supuesto, mi positivo cambió nuestros planes. Mi madre, preocupada por la situación, estaba empeñada en venirse a Teruel a hacerme compañía y cuidarme, porque la enfermedad me dejó bastante débil, especialmente en los primeros días tras el contagio. A pesar de los riesgos evidentes que eso podía conllevar para ella, no quería que yo estuviera o que me sintiera solo durante la situación de aislamiento.

Solo en los primeros dos días se presentaron en mi puerta cinco personas diferentes con comida preparada, con libros, o con la compra hecha para traerme las cosas más necesarias (y también algún que otro capricho), que agradecí enormemente. Mi madre, por supuesto, no vino hasta Teruel, pero entendió que, aunque aislado, yo estaba muy cuidado y acompañado, y sé positivamente que eso, para ella, fue el mayor gesto de cariño que yo he tenido en estos nueve años. Y puedo decir, muy agradecido, que he recibido muchos en todo este tiempo.

Me voy de Teruel siendo consciente de que es imposible devolver todo el cariño que he recibido en estos años, me voy agradecido por lo que hemos vivido aquí tanto mi familia como yo, y aunque sea una frase hecha, sé que un pedacito de nosotros se queda aquí, al igual que nosotros nos llevamos un trocito de Teruel.

Hemos sido muy felices. ¡Hasta pronto!