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Miguel Rivera

Elnaz Rekabi. Así, a bote pronto, no deberían haber leído o escuchado este nombre, ni tendría por qué sonarles. No les hablo esta vez de una estrella del deporte, o al menos, de lo que podríamos definir como una “estrella de masas”. Se trata de una escaladora, cuyo mayor mérito deportivo es un bronce en los Campeonatos del Mundo celebrados en Moscú en 2021. Ya intuirán, por tanto, que su currículum deportivo no es el objeto principal de este artículo.

Esta deportista saltó ayer a la fama por competir sin el hiyab, como manda la ley iraní, y, por tanto, todas las federaciones deportivas del país persa, durante los Campeonatos de Asia que se están disputando en Seúl (Corea del Sur).

El gesto de Rekabi, enmarcado dentro de las protestas que están teniendo lugar en Irán tras la muerte de Mahsa Amini, detenida por llevar mal puesto el hiyab, y fallecida posteriormente en dependencias policiales, es una de esas poderosísimas imágenes que nos deja el deporte, una vez más.

Su historia ha llegado hasta nuestro pequeño rincón en el mundo, y es de justicia, cuanto menos, hacerla llegar a la mayor cantidad de oídos, porque a la hora que escribo estas líneas, las últimas informaciones hablan de que el pasaporte y el teléfono de Rekabi han sido confiscados, y ella está en paradero desconocido (según la BBC, podría haber sido detenida por las autoridades iraníes), por llevar a cabo una protesta, pacífica, contra algo que considera injusto.

Y es que el deporte nos brinda un escaparate único. El poder de las imágenes es tremendo. La historia detrás de cada foto, las epopeyas, las victorias y las derrotas, el afán de superación. Pero, en este caso, el deporte es también una herramienta para cambiar el mundo. Seguramente Rekabi haya querido contribuir, con su gesto, a apoyar las protestas que están teniendo lugar en Irán, a solidarizarse con la población, especialmente la femenina, de su país.

Anoche, pensando en el gesto de nuestra protagonista, recordaba la famosísima y premiada fotografía del “rebelde desconocido” delante de la columna de tanques en la plaza de Tiananmen. La estarán visualizando en su cabeza ahora mismo, sin necesidad de buscarla, seguro. De aquel estudiante, del que no se conocen a ciencia cierta ni su nombre ni lo que fue de él, solo nos queda aquella pacífica protesta delante de los tanques, inmortalizada por Jeff Widener, Charlie Cole, Stuart Franklin y Arthur Tsang.

Y es que la integridad es exactamente eso: hacer lo que uno considera correcto, independientemente de las consecuencias que esto pueda acarrear. La entereza moral demostrada por Rekabi, como la demostrada por aquel estudiante chino, deben enseñarnos a alzar la voz, de forma pacífica, cuando consideremos que algo está mal, o que se está cometiendo alguna injusticia. En un mundo cada vez más carente de valores, y falto de estos referentes, la historia de Rekabi es una lección para todos los que pensamos que un largo camino se empieza siempre por el primer paso, y que no hay absolutamente nada inamovible.

Sirva este humilde texto como muestra de solidaridad hacia nuestra protagonista. Porque su entereza, su integridad y su pulcritud moral merecen que no olvidemos su gesto, pero, sobre todo, su nombre. Para que no suceda como con el “rebelde desconocido”.

Recuerden: Elnaz Rekabi.