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Hemos retrocedido treinta años Hemos retrocedido treinta años

Hemos retrocedido treinta años

Miguel Rivera

El deporte siempre ha tenido una alta dosis de confrontación, a veces envuelta u oculta bajo un falso agonismo, que normalmente se queda en términos de la competición. Sin embargo, en los últimos meses hemos asistido a algunas imágenes realmente lamentables, protagonizadas por diferentes actores del deporte (jugadores, equipos, aficiones…) que decidieron tomarse la justicia por su mano, pasando de la disputa verbal a la agresión física: Valverde con Baena en un parking; Sadio Mané y Leroy Sané, compañeros en el Bayern Múnich, a golpes en el vestuario; la pelea multitudinaria entre Real Madrid y Partizán de Belgrado en la Euroliga de baloncesto; la invasión de los ultras del RCD Espanyol tras la consecución del título de liga por parte del Barça en el estadio perico o la pelea entre Arbeloa y Fernando Torres, otrora campeones del Mundo con La Roja, y que hace algo más de un mes tuvieron más que palabras en su enfrentamiento como entrenadores de los respectivos equipos juveniles de Real y Atlético de Madrid.

Cada uno de los casos descritos anteriormente tiene sus aristas y sus características individuales. Sobre casi todos se ha escrito y hablado en profundidad, tanto en prensa como en tertulias deportivas radiofónicas y televisivas varias. Algunos contertulios han hecho ejercicios realmente asombrosos de auténtico equilibrismo dialéctico con tal de no criticar al equipo o jugador con el que simpatizan, como si la agresión física fuese justificable en según qué situaciones o términos.

En una sociedad moderna y sana, la agresión física no tiene cabida. Todos hemos tenido en algún momento de nuestra vida alguna situación en la que el cuerpo nos ha pedido reaccionar de forma violenta, pero el cerebro y la mente deben permanecer fríos y prevalecer sobre cualquier impulso agresivo. Tomarse la justicia por la mano no es propio de una sociedad avanzada y, desde luego mucho menos, cuando uno es un referente, alguien en quien se miran la sociedad en general y Flos niños en particular, y que debe dar ejemplo. Especialmente cuando hay decenas de cámaras que graban cualquier nimio detalle de una cancha. Ciertos gestos deben ser erradicados del deporte y de la escena pública en general.

Hay por ahí un axioma que dice que una sociedad no debe dar por sentado que los derechos que se ganan para la ciudadanía lo son para siempre, sino que se debe seguir luchando por mantenerlos, porque siempre puede llegar la situación en la que los perdamos. Con los valores sucede lo mismo. No podemos pensar que, aunque llevásemos años en los que ciertas imágenes parecían desterradas de nuestros campos, estas no iban a volver a verse. En los últimos años eran una rara avis y, lamentablemente, en los últimos meses hemos visto acciones que nos deberían avergonzar a todos.

Durante esta temporada a la que me refiero, he tenido en demasiadas ocasiones la sensación de que hemos vuelto atrás en el tiempo, a aquellos años noventa en los que una invasión de campo era habitual o en los que se veían tanganas y peleas casi cada fin de semana en cualquier cancha de cualquier deporte.

Porque, a veces, el sentido común es el menos común de los sentidos, pero debe prevalecer siempre sobre el instinto agresivo.