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José Baldó

Estás jodido. Acabas de conocer a una mujer y estás a un paso del mejor sexo de tu vida pero, unas semanas después, te culparán de un crimen que no has cometido y terminarás en la cámara de gas”. Con su habitual contundencia, el provocador James Ellroy, autor de clásicos como La dalia negra o L.A. Confidential, desvelaba uno de los grandes temas del cine negro clásico y la base argumental para algunos de los mejores títulos del género.

Cuando Walter Neff, el incauto agente de seguros interpretado por Fred MacMurray en Perdición (Double Indemnity, 1944), conoce a la seductora femme fatale que compone Barbara Stanwyck, éste se deja arrastrar por el deseo y la pasión.

La película arranca con el protagonista echando la vista atrás y recordando su primer encuentro con la mujer. Su voz en off lamenta no haber sabido anticiparse a la tragedia que estaba a punto de sobrevenirle: “Era una tarde calurosa y aún recuerdo el olor de las flores a lo largo de la calle, ¿cómo imaginarse que el asesinato puede oler a madreselva?”.

Perdición es el resultado de la feliz asociación de dos pesos pesados de la novela negra, James M. Cain y Raymond Chandler.

El primero es el autor del texto original en el que se basa la película (y de otras joyas “noir” como El cartero siempre llama dos veces) y el segundo, el escritor más importante que ha dado el género, padre del detective Philip Marlowe y creador de un estilo propio cargado de ingenio, cinismo y grandes dosis de romanticismo. Chandler es el encargado de adaptar la novela original junto al director Billy Wilder y el resultado es una de las mejores películas de la historia del cine.

Noirvember

En 2010, la crítica estadounidense Marya Gates propuso la idea de recuperar el cine negro del periodo clásico americano, los años 40 y 50, a través de un movimiento conocido como “Noirvember”. Con el paso del tiempo, la propuesta ha ido ganando adeptos y, hoy en día, son muchos los que dedican el mes de noviembre a  homenajear el género a través de sus títulos más emblemáticos y rescatando joyas ocultas de la serie B.

Héroes pesimistas, detectives vulnerables, mujeres fatales, violencia, crimen y misterio. La desilusión y la ansiedad reinantes tras la Segunda Guerra Mundial y el período de posguerra tuvieron su reflejo en un cine que buscaba trasladar a la pantalla el lado más oscuro del alma humana. Un cine turbio y realista que encontró en la estética expresionista alemana algunas de las claves definitorias de su estilo: las angulaciones insólitas, los juegos de luces y sombras, la ciudad y el paisaje urbano como escenario de la acción y el uso recurrente del flashback para narrar las historias.

Desde El halcón maltés (John Huston, 1941) a Sed de Mal (Orson Welles, 1958), los dos títulos que para muchos estudiosos marcan los límites del período clásico del “film noir”, la nómina de películas que se ubican dentro del género es inabarcable. Títulos como Retorno al pasado, Los sobornados, El sueño eterno, La jungla de asfalto o Laura son considerados pilares fundamentes de la historia del cine, y sus directores, Tourneur, Lang, Hawks, Huston y Preminger, auténticos maestros del séptimo arte.

Para Carlos Boyero, probablemente el crítico más influyente y temido del país, el cine y la novela negra tienen “una capacidad de adicción que sobrevive al tiempo y a las modas”. Cada vez que la pantalla conjura los misterios del “noir” siento la necesidad de subir el cuello de mi gabardina y encender un cigarrillo. En ese mundo la oscuridad es espesa y la noche incita al pecado. Traición, deseo, revólveres cargados y pasiones bajas, diálogos inolvidables e imágenes hipnóticas. No puedo evitarlo, unas lágrimas furtivas resbalan por mis mejillas... ya disculparán, no es la emoción, es el humo del tabaco.