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El bálsamo de Fierabrás El bálsamo de Fierabrás

El bálsamo de Fierabrás

José Baldó

En El halcón maltés, la obra maestra que John Huston dirigió en 1941, el detective interpretado por Humphrey Bogart asegura que la estatuilla de porcelana a la que alude el título está hecha “del material con que se forjan los sueños”. Sin saberlo, actor y director estaban definiendo la esencia misma del cine, un medio creado para la evasión capaz de devolver el brillo a una realidad, en ocasiones, demasiado oscura.

Soy de los que creen en el poder sanador de las películas. Con frecuencia, un mal día en la oficina, una discusión familiar, las preocupaciones económicas o el simple aburrimiento pueden encontrar consuelo al calor de una buena historia. Al igual que el bálsamo de Fierabrás, la panacea cervantina para cualquier problema de salud, hay films terapéuticos que reconfortan más que un trago de licor o una visita al diván del psiquiatra. En mi caso ahogo las penas (re)descubriendo una y otra vez El apartamento, viajando a Innisfree junto a El hombre tranquilo o viendo cómo Bill Murray revive una y otra vez el mismo día en la maravillosa Atrapado en el tiempo. Hay cientos de títulos capaces de sanar el alma en tiempos difíciles, convertir el llanto en risa y, en definitiva, sacar el sol al día más tristón: Annie Hall, Top Secret, “Uno, dos, tres, Río Bravo o La princesa prometida, la lista es interminable.

Entre mis favoritas destaca una comedia loca y frenética capaz de rivalizar en maestría con cualquiera de los clásicos del género de los años 30 y 40. ¿Qué me pasa, doctor? se estrena en 1972, en un intento por devolver al cine la pureza y la alegría de la mejor ‘screwball comedy’. Su director, Peter Bogdanovich, había ejercido como crítico cinematográfico antes de ponerse tras las cámaras; a él le debemos los imprescindibles volúmenes de entrevistas dedicados a Alfred Hitchcock, Fritz Lang, John Ford y otros cineastas del Hollywood dorado. Precisamente, su documental sobre el realizador de La diligencia es uno de los ensayos más apreciados por los seguidores fordianos.

Con ¿Qué me pasa, doctor? Bogdanovich homenajea a las películas que le emocionaron siendo niño. Un festival de referencias que van del cine mudo a las comedias clásicas de enredo, de Buster Keaton a Las tres noches de Eva o La pícara puritana; a ello se suma un dominio del gag visual que le acerca al Blake Edwards de El guateque y a los ‘cartoons’ de la Warner. No en vano, el título original, ‘What’s Up Doc?’, es el saludo característico de Bugs Bunny en los cortos animados.

El retorno de la comedia loca

Howard (Ryan O’Neal) es un musicólogo tímido y despistado que llega a San Francisco para optar a una prestigiosa beca de estudios. Allí conoce a Judy (Barbra Streisand), una joven excéntrica que pone su tranquila existencia patas arriba y le arrastra a vivir un sinfín de equívocos y situaciones surrealistas.

En esencia, Bogdanovich propone un remake (nada disimulado) de La fiera de mi niña de Howard Hawks en el que, incluso el nombre del protagonista, homenajea a su genial director. La pareja formada por O’Neal y Streisand recupera los papeles que inmortalizaron Cary Grant y Katherine Hepburn en el film original; aquí no hay leopardos ni huesos de dinosaurio, pero sí encontramos la lucha de sexos, los diálogos chispeantes, un divertido equivoco a costa de unas cuantas maletas de cuadros y, como remate, la persecución más loca de la historia del cine.

¿Qué me pasa, doctor? no es una película perfecta, tampoco lo pretende. Los personajes resultan demasiado convencionales, no siempre consigue mantener el ritmo y puede pecar de ambiciosa en su intento de glorificar la pureza del género. No obstante, en este mundo de locos que nos rodea, no se me ocurre un bálsamo mejor.